Page 434 - Antologia FONCA 2017_sp
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MANUEL PARRA GARCÍA
a estudiar. Al entrar, lo primero que observé fue una piña. A
mí me gustan las piñas, y con esa libertad de escoger cual-
quier fruta, la piña me venía bien. Quizás era la añoranza de
lo tropical, pero necesitaba partir una piña en ese momento.
Era un impulso inexplicable en el cuerpo, y fue así que tomé
un cuchillo con mi nuevo look de skinhead y partí la piña
como mejor pude. Hice gestos de todo tipo para agregar más
dramatismo al cortado. Mi entrecejo juzgador se marcó hasta
llegar al límite donde los ojos comenzaron a hacerse bizcos.
Fue tanto mi esfuerzo en el partir de la fruta, que un compa-
ñero me preguntó de dónde venía, para después aventarme un
piropo sobre mi estilizado corte de piña.
Un compañero: Qué bien cortas la piña.
Chorbito: Es que en México tenía un puesto de fruta. A eso me
dedicaba. Pero aquí en Madrid estoy para superarme como
ser humano.
Corté la piña en trozos y la coloqué perfectamente en un plato que
tomé de las estanterías adecuadas para todo tipo de vajillas. Nadie
tomó de la piña. Todos se fueron con la sandía, las naranjas y las
manzanas. Me había lavado las manos, lo había hecho todo bien,
mis buenas maneras y mi graciosismo ancestral me avalaban en
caerle bien a la gente. Por medio del corte de una piña intenté
hacer amigos y amigas, pero obtuve pocos resultados. “Recuerda,
para hacerla en Madrid hay que estar guapo, hay que estar guapo,
me lo decía el peluquero, y tú estás guapo.” Entonces en qué había
fallado: sería el cuchillo, serían las palabras empleadas o sería esa
forma tan boba de contemplar la belleza de las personas como si
me las fuera a comer, acompañadas de una mirada de sable que se
interrumpía cuando aparecía mi entrecejo juzgador.
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Vamos a hacer una pequeña pausa para hablar del entrecejo juz-
gador. El entrecejo es una grieta. En el sentido filosófico barrial
es una maldita grieta. Y digo maldita porque se ve fea en el ros-
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