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DRAMATURGIA

Otra cosa que consideré fue que lo importante para la labor
intelectual era viajar; de aquí para allá, con becas, sin becas,
con el dinero de tus padres, con el dinero prestado o con el
dinero que crees que tienes y que te has ganado.

Conocer las ciudades literarias sería importante para comen-
zar a intentar escribir lo que podría ser una novela dicha, una
dramaturgia, una serie de cuentos, poemas sueltos, ensayos
incompletos, sinopsis de obras de teatro o un simple escrito
con ideas sueltas recuperadas de la carpeta de mi ordenador
que dice: proyectos e ideas sueltas.

Llegué a Madrid, estuve. Y digo estuve, porque ya no estoy y
creo que ya nunca estaré en esa ciudad.

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Por Madrid se gana la vida; así fue que entré a una peluquería para
que me cortasen los pocos pelos que me quedaban en la cabeza. Me
atendió un señor pelón muy amable. Y es que tendría que estar pre-
sentable para lo que viniera. En mi cabeza, aparte de los cabellos
perdidos, estaba el barbero de Sevilla regurgitando los clarinetes.

Señor pelón: ¿Cómo quieres que te lo corte?
Chorbito: Rapado.
Señor pelón: ¿Pero te ves angustiado? ¿Qué te pasa?
Chorbito: Acabo de llegar a Madrid y así tengo la cara.
Señor pelón: No te preocupes, para que te vaya bien en Madrid

tienes que estar guapo, y tú estás guapo.
Chorbito: Al ver que me tiraba el calzón me quedé quieto, pero

pensando en que tenía que salir de la peluquería. El corte me
costó doce euros, pero me había quedado bien. A pesar de las
intenciones del peluquero de sobarme la pelona recién pulida,
salí corriendo con mi nuevo corte de pelo que me hacía un
skinhead mexicano.
Con la maleta en la mano y mi entrecejo juzgador, me dirigí
hacia el Teatro Pradillo donde estaba organizada una recep-
ción de bienvenida por parte del máster que recién comenzaría

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