Page 408 - Antologia FONCA 2017_sp
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LUCILA CASTILLO
Filipina Hortensia: ¡Me arrebataron mis zapatos y mis mallas!
Sentí que me violaban. ¡Tú tienes la culpa estúpido Ronie!
Ronie: ¿Yo?... pero si yo ni siquiera estuve allí.
Filipina Hortensia: ¡Te voy a romper la boca! Pues por eso, si
hubieras estado allí tú hubieras sido el doceavo apóstol. Paso
número uno: no quiero volver a dar instrucciones. Paso nu-
mero dos: no quiero que mis instrucciones se vuelvan a rom-
per y si te digo: vamos a la iglesia, ¡puta madre!, es porque
¡vamos a ir a la iglesia! Si hubieras ido, Ronie, me hubie-
ras ahorrado esta bochornosa vergüenza de que el padre Ha-
rris tocara mis pies delante de todos; mis pies arrugados, con
estas manchas que ninguna crema me quita. ¡No, no, no!, la
vergüenza que sentí cuando vio mis uñas amarillas. Si esto
hubiera sido en otro tiempo yo hubiera dicho: sí, Harris, quí-
tame las calcetas… pero ahora no, ¡ahora no, soy vieja y de-
crépita para un hombre como él!
Ronie: Pero… ¿y sus pies no le quedaron limpios? ¿Qué de malo
tiene todo esto?
Filipina Hortensia: Desde hace tanto tiempo que Harris me
roba el corazón… ¡dime qué carta de presentación pueden ser
estos callos!
Tomás: ¡Oh!
Ronie: Cielos, lo sabía.
Filipina Hortensia: Cuando fue la misa de mis quince años, lo
vi por primera vez: Harris el muchacho gordito con pecas y
lentes que iba por todos los pasillos con la charola recogiendo
la limosna y tropezándose con los reclinatorios de las bancas.
Aún recuerdo cuando cayó sobre mi vestido color cereza con
todas las monedas sobre mi cara. Desde ese día decidí ir a la
iglesia todos los domingos, entré al coro y me inscribí en el
comité para limpiar el templo cada miércoles. Todo con tal de
verlo lo más que pudiera. Viví secretamente enamorada de él,
hasta que me enteré que comenzó a tener una relación; esperé
cada día a que esa relación terminara y nunca, jamás, hasta el
día de hoy finalizó.
Tomás: Pero Harris no podría tener una relación hoy, tiene un
voto de celibato.
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