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MARIANA GÁNDARA

11. Fiesta protesta

Los espectadores dejan de serlo, se convierten en cómplices de
siete mujeres y su absurdo intento. Una vez que han terminado
su primera misión, las actrices piden al público que vaya por su
cuaderno de ejercicios y regrese al escenario.

La actriz que hacía a La Botarga de casa: Hagan una pa-
    reja con alguien que no conozcan. Identifíquense por aquello
    que les frustra del tiempo. Lo que tienen escrito en el pecho.
    Ahora abran sus cuadernos en la página veinte e intercám-
    bienlos con su pareja. Esta persona desconocida ahora tiene
    acceso a sus deseos. Es un intercambio justo. Ustedes tam-
    bién sostienen los deseos ajenos en la mano. Lean con dete-
    nimiento esa lista. Escojan uno de los deseos de su pareja
    para que, en un par de minutos, en este espacio y con lo que
    aquí se encuentra, hagan todo lo posible por cumplírselo.
    Luego será turno del extraño que tienen a un lado. Ya vere-
    mos qué pasa. Escojan quién empieza porque su tiempo
    arranca ahora.

Parejas de desconocidos se esfuerzan por lograr el anhelo aje­
no. Un mar de deseos foráneos se desarrollan al interior de una
caja negra. Las posibilidades son en sí mismas otro océano.
Tras unos minutos se avisa a la concurrencia que el tiempo se
ha terminado.

12. Acorralar el presente

Las que antes fueron actrices nombran sus deseos para esta co­
munidad efímera. Enumeran las cosas que nos merecemos. Los
que antes fueran espectadores puede ser que se unan a la enun­
ciación. Quizás haya risas. Puede que se genere un silencio car­
gado de acontecimiento. Que incluso haya baile. No hay forma
de saberlo ni intención por controlarlo. Cuando el bullicio vaya
apagándose, aparece la siguiente proyección en la pantalla:

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