Page 17 - Antologia Jóvenes Creadores Primer Periodo 2014-2015
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lola ancira
tasías; a su anticipada ansia carnal en un cuerpo que aún no pertenecía
al mundo adulto, a una mente frágil y abierta que aceptó su condi-
ción anacrónica sin titubear, sin ideas preconcebidas y negativas
que mancillaran sus primeras experiencias hedonistas.
Su infancia había sido distinta a la de cualquier niña de su en-
torno escolar o familiar: desde los cuatro años empezó a imitar el rol
de una madre que amamanta; se colocaba una Barbie en el pezón
diminuto de su pecho todavía plano, en esa zona erógena que en
unos años más tarde empezaría a desarrollarse. Pero ese acto esti-
muló mucho más que el simple instinto materno: aquella figura des-
nuda unida a su cuerpo, también desnudo pero infantil, creaba una
sensación desconocida y placentera que la inundaba por instantes.
Poco después, a los seis años de edad, tomó gusto por pasar las
noches bajo los edredones de la cama de su hermano mayor, pues
en algún punto específico de esas horas en tinieblas, sentía cierta
urg encia por estar a su lado. En silencio y con discreción abandona
ba su habitación y se dirigía a la de él, donde la seguridad de cuatro
muros diminutos de un mueble poco profundo con forma de auto
la esperaba. Sabía también que cierta necesidad apremiaba, aquella
en la que sus manos inexpertas palpaban el pequeño miembro y las
suaves manos ajenas se complacían tocando sus tiernos glúteos.
Ahora no puede (o no quiere) recordar cómo inició aquello, y pa-
reciera que está tan lejano en el tiempo que las imágenes han ido
perdiendo color; aquellas noches se han transformado en retazos
de sentimientos que prefiere mantener ocultos.
A los doce años vio su primer video pornográfico. Aún recuerda
que ese día un llamado urgente la instaba a buscar entre las perte-
nencias de su hermano, era una de las tardes después del colegio en
las que se quedaba sola en casa. Tenía el extraño presentimiento de
que encontraría aquello que estaba vedado para ambos, pero que por
alguna razón él se había apropiado en secreto. Como si su mano
fuera guiada, tomó la cinta de video y, algunos minutos después de
colocarla en el reproductor, su mirada se fijaba en los senos opera-
dos de la protagonista, que precedían a su agraciado rostro, enfo-
cado durante unos cuantos segundos, mostrando la falsa cabellera
rubia, los labios abultados y el peculiar lunar sobre su labio superior.
La toma concluía admirando la belleza de su sexo depilado y a una
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