Page 22 - Antologia Jóvenes Creadores Primer Periodo 2014-2015
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cuento
sus extrem idades, asegurándolas con gruesas cintas. Le colocó el
abrebocas en su sitio y se dispuso a extirpar los dientes. Nunca pen
só que tardaría tanto, que manaría tal cantidad de sangre y, sobre
todo, que tuviera que usar tanta fuerza con las pinzas. Finalmente lo
consiguió, pero la chiquilla quedó en un estado tan deplorable, que
durante los siguientes tres días se negó a ingerir cualquier tipo de
alimento a excepción del medicamento o los narcóticos, acatando
una extraña regla que sólo le permitía ignorar el dolor.
La impresión de aquella boca sangrante e inflamada fue dema-
siado. Saber la maldad real, saberse a sí misma capaz de reprodu-
cir el horror con sus propias manos la alejó de los siguientes pasos
de la transformación. Decidió entonces esperar a que se recupera-
ra, y dejar que las circunstancias impusieran sus correspondientes
requisitos.
Después de una semana nadie la molestó en lo más mínimo, ni
vio carteles anunciando la desaparición de Gabriela. Más allá de la
infantil y extremista sentencia: “Si no es mío, no será de nadie más”,
su relación se regía por un atribulado sentimiento fuera de toda
comprensión humana.
Pasó un mes completo y detestó la terrible e imperiosa nece
sidad del paso del tiempo reflejado en la enfermedad y la deses
per ación. Gabriela había bajado notablemente de peso y ahora
tenía una existencia de fantasma o de sombra de la que aún no era
consciente, su cuerpo se convirtió en un mero caparazón hermoso y
degradado. Se privaba la mayor parte del tiempo. Sus signos vita-
les eran vagos y no había vuelto a abrir los ojos. La calamidad re-
creaba la catástrofe perfecta en aquella habitación.
Detuvo el proceso de la transformación por tiempo indefinido.
Su vida se transformó en una interminable espera por algo que sa-
bía eternamente distante. Descubrió que no hay peor tortura que la
consciencia del dolor y del recuerdo.
Fantaseaba con todos los posibles desenlaces al conservar ese
fragmento de infancia suspendido por correas, y tras cada fatal op
ción que podría (y quizá debería) poner fin a todo de forma re-
pentina, rechazaba rotundamente su existencia tras el fracaso y la
frustración, tras la interminable soledad. Sus vidas se habían con-
vertido en una fugaz situación de masoquismo cotidiano.
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