Page 19 - Antologia Jóvenes Creadores Primer Periodo 2014-2015
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lola ancira
años, sólo encontró buenos motivos para mantenerlos a su lado en
acciones que no podía controlar: la denigración y el engaño, el apro
vechamiento y la dominación. El abuso y la perversión en todo su
hermoso esplendor.
Fracasar se convirtió en su premisa, buscando la seguridad de
saberlo todo perdido pero arrastrando siempre a alguien con ella,
pues en complicidad se vuelve más liviana la carga de la culpa,
sin importar el motivo de su origen. No había otra opción para su
existencia.
Pretendía que los demás creyeran en cada palabra que salía de
su boca, en cada mentira formulada a la perfección, en cada e ngaño
construido con interés y dicha. Tenía ahora un poder adverso del
que poco a poco se hacía consciente, pero la certeza que ya r ondaba
su mente era saber que el caos invadía su interior, pues pudiendo
evitar una catástrofe, no lo hacía, sino todo lo contrario: lo ocasio-
naba a la menor provocación. Buscaba siempre ver a los demás
hechos nada, hechos mierda.
Al cumplir los veinticinco años, decidió mudarse más cerca de
la universidad a la que había ingresado. La colonia era grande, con
casas más pequeñas que sus jardines y habitadas por parejas jóve-
nes. No tardó en encontrar su verdadera fascinación: una hermosa
niña de nueve años, delgada, de cabello castaño, ojos oscuros y piel
perfecta apenas cubierta por una pelusa clara. Lo único que ador-
naba su rostro eran tres lunares en línea recta en una de sus meji-
llas. Aquella extraña obsesión por la pequeña la llevó a coleccionar,
durante meses, diversas muñecas de porcelana, articuladas y de un
realismo impresionante, con un estilo muy similar a las creaciones
de ciertos artífices orientales. Las sustitutas en miniatura no tardaron
en atestar una habitación. De diversos tamaños, con cabellos de co-
lores y vestimentas de diferentes texturas, todas ellas tenían una
característica peculiar en el rostro: una expresión de tristeza infini-
ta, de desasosiego y pérdida, una premonición funesta incrustada
en sus delicados rasgos.
Indagó un poco y descubrió que la niña se llamaba Gabriela, y
era la única hija de una cincuentona que llegó con ella siendo un
bebé, huyendo de los chismes y burlas de las personas en la loca-
lidad donde vivía anteriormente por ser madre tardía y soltera. No
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