Page 193 - Antologia_2017
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PEDRO ZAVALA

blancas, rojas, azules, coronadas con fichas verdes y negras mar-
cadas con la palabra Venetian en el centro.

    ¿Cuántas fichas tiene Pyongyang? ¿Va a apostar más? ¿Cuánto
tiene Alabama? ¿El cowboy? ¿Umberto Eco ya no va? ¿Y la seño-
rita Nebraska? ¿Tiene más fichas que las mías? ¿De dónde saca
esta gente tanto dinero para sentarse en una mesa y jugar? ¿De
dónde?

    –¿Juega o no? –preguntó en inglés el croupier, arrancándolo de
la breve cavilación.

    Génesis se quitó los lentes, cerró los ojos, escuchó sus latidos
acelerados y reparó en el ambiente templado al interior del casino.
Palpó sus orejas, paseó sus manos por la barba, siguió con su ca-
beza calva. A pesar del aire acondicionado encontró ardiente su
rostro y frente. Respiró. Sintió ensanchar su pecho y deshincharse
una y otra vez. Diferente, desconocido, ajeno. Pulmones apresura-
dos como dos animales heridos. Respiró. Sintió las palpitaciones
en el cuello, a punto de reventárselo, y después notó la contracción
de sus testículos. Luego vino la descarga eléctrica por su espalda.

    ¿Qué hacer? ¿Jugarlo todo? ¿O sólo la mitad? ¿Cuánto? ¿Me
arriesgo? ¿O me retiro? No, no, no, se dijo. Retirarse nunca. No más.

    Pensó en sus colegas del Departamento de Literatura en la uni-
versidad. Pensó en sus caras. Recordó las fotos enmarcadas en las
paredes de sus cubículos. Estúpidos trofeos de caza en blanco y
negro o a color. Harold Bloom, Julian Barnes, Lionel Trilling, John
Banville, Carlos Fuentes, con sonrisas simuladas al lado de aque-
llos advenedizos al borde del éxtasis.

    ¿Voy o no?
    De nuevo los rostros. Ahí estaban en su mente. Raya, Gandino,
Salamé. Pensó en el café aguado y servido en vasos de cartón, los
días de junta en la universidad. Romero, Stirzel, Gutiérrez. Recor-
dó las pilas de galletas secas, sobre servilletas manchadas con pe-
queños círculos amarillos. Vera, Licona, Aranguren. Lo criticarían
por su banal elección vacacional.
    ¿Las Vegas, Génesis? Es por la biblioteca en la Universidad de
Nevada, ¿verdad? Escuché elogios alguna vez. ¿Tú? ¿En un casi-
no? ¿No estás yendo demasiado lejos? ¿No preferías el bosque?,
escuchó en su mente.

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