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NOVELA

suelo. A veces alguien que pasaba se ofrecía a ayudarnos, pero
sólo alentaba más todo. Me emocionaba mucho si yo las encontra-
ba, sentía que era de ayuda.

    –¡Aquí están, Nona, aquí están! – le decía mientras se las pasaba.
    –Perfecto, dale, rápido que ya es re mil tarde y los chicos deben
estar esperando. Vamos, vamos.
    Una vez dentro del cubículo, aventaba la pesada bolsa de la
Gandhi sobre la silla giratoria y prendía la vieja computadora que
estaba sobre un escritorio tapizado de papeles y notas. En el moni-
tor tenía pegada una foto en blanco y negro en la que mi madre
saludaba a la cámara y yo, en pañales, miraba la arena de una pla-
ya argentina que nunca supimos el nombre. Era la única foto de mi
madre que yo había visto.
    Sacaba y metía libros y plumones de una bolsa a otra y cuando
parecía que por fin íbamos a salir se ponía a acomodar los post it
por color o a limpiar el polvo de la estantería.
    –Dale, Nona, que se hace tarde. –Gritaba yo, sintiéndome
adulta.
    –Sí, sí, tenés razón, vamos, vamos.
    De ahí nos íbamos rápido al cubículo de al lado donde nos pa-
rábamos a saludar a Isabel.
    –¿Viste lo que pusieron esos sinvergüenzas en el boletín? ¡Ni
siquiera se molestaron en disimular su mentira! ¿Con qué cara?
¿Con qué cara, Isabel? –le decía mi abuela a su amiga en cuanto
entrábamos a su oficina.
    –Lucre, buen día. Bueno, tranquila, ahora que salgas de clases
lo platicamos mejor. ¡Ayyy! Hola Cati, mi chiquita, ¿Cómo estás?
¿Ya desayunaste?
    De ahí también nos íbamos zigzagueando por los pasillos
mientras yo comía un pan dulce que había alcanzado a manotearle
a Isabel. Nos cruzábamos con varios profesores que nos saludaban
y hacían un comentario sobre lo linda que estaba la nieta. Con to-
dos hablaba de algo parecido y, sin quererlo, yo sabía de memoria el
tema correspondiente a ese mes, aunque poco entendiera en ese en-
tonces de la política, la mafia o la corrupción que rodeaba al país.
    Por fin llegábamos al aula y yo entraba con ella bajo la prome-
sa de “no estar jodiendo” y quedarme sentada en la última fila, sin

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