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DRAMATURGIA

Chorbito: Último trozo de hamburguesa. Así iniciaba mi carre-
ra en el teatro, sin un peso y con un director formado en un
taller de teatro universitario católico, quien a su vez había co-
rrido al anterior director formado en San Petersburgo bajo las
técnicas stanislavskianas. Yo quería hacer teatro, así que me
quedé en el grupo.

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Chorbito: Tómate una copa. Vamos por un vino. Otro vinito.
Échese una, amigo. Nomás tantito. Una no es ninguna. Nos
echamos la caminera. ¡No mames cabrón! ¡No seas joto y tó-
mate una chela! Una pa’ olvidar las penas. Un tequilita pa’l
frillito. Vamos por una caguama. Otro vinito, otro vinito, no
pasa nada. La del estribo. Brindo por ella. Una pa’l festejo.
Estamos de vacaciones no pasa nada. ¿Tú no tomas o qué?
Échate tres para quitarte el estrés. Qué maldad puede tener
un porro.

Y así se me fue yendo la vida entre los ensayos, la tontería y
el alcohol. No voy a decir que el alcohol es malo, para nada;
está bien tener amigos de copas que nos devuelvan un poco
de lo que somos. Los amigos de copas son como espejos
donde reflejamos la miseria que anhelamos o en la que nos
hemos convertido. Pero para tener amigos de copas, hay que
ejercitar la palabra y tener un buen tema de conversación. Ha-
bía llegado a la ciudad de los Madroños y no tenía tema de
conversación, eso era suplido por la invitación inmediata a
tomar una copa, y a echarse una para el estrés; pero ya entra-
dos en el copeo no había más. No había rastro de lo que era.
Me encontré con artistas que estaban deseosos de compartir
su proceso, de abrir sus horizontes; pero también vivir en la
ciudad grande me otorgaba el maravilloso don de no ser
nadie. Nadie me conocía, y pocas personas se acercaban a
hablarme, y eso ya es cosa buena. Ser desconocido me otor-
gaba la virtud de ser libre en lo que realizara, de hacer con mi
cuerpo lo que quisiera y de insultar a cuanta persona me

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