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DRAMATURGIA

Seguía cayendo y dos jóvenes me levantaron del suelo; y es
que, qué bonito es Madrid que atiende a los miserables que
osan jugar a los tragos continuos.

Joven: ¿Está bien señor?
Chorbito: Sí, sí.
Joven: Levántese. Demuestre un poco de dignidad.
Chorbito: Sí, sí, está bien, gracias. Necesito coca.
Joven: Bueno, vamos a conseguir.
Chorbito: Madrid tan práctica, tan bella y democrática. Lagu-

nas mentales. Dos esnifazos fuertes y vámonos para arriba.
La culpa la tenía la literatura, estaba leyendo a Saviano con
su CeroCeroCero, que va de coca, maleantes, de fiestas locas
y sus estragos. Después de los esnifazos lagunas mentales.

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Chorbito: Al tercer día de mi llegada al lugar donde nacen los
Madroños, me desperté pensando en mi repugnancia. Los
dos jóvenes que me habían levantado del suelo habían apro-
vechado la situación para robarme el celular y mi dinero. Lo
mejor en estos casos es soltar y que los que roban lo disfru-
ten, por su bien. Perdí la batalla del que llega, ése era mi con-
suelo. La resaca de coca es el demonio oscuro que te jala las
patas, para después cortarte las manos y demostrarte en el
espejo que eres una mierda, un incongruente, un apestoso,
una caca gorda y un pleonasmo cancerígeno andante.

Pero la resaca es ese espacio amable que nos obliga a comuni-
carnos con lo más íntimo de nosotros mismos, a la vez que
nos aleja de las personas que algún día confiaron en nuestras
hazañas. Pero estaba en Madrid y eso era lo importante. Los
días siguientes serían de pura felicidad, comería sano, desa-
yunaría fruta todos los días, dejaría de decir malas palabras,
haría ejercicio para endurecer mi pechito, ya no leería cosas
del diablo, y encontraría la manera de ser bueno como en las
pelis yanquis, donde se encuentra la luz algún día. Nada más

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