Page 103 - Antologia Jóvenes Creadores Primer Periodo 2014-2015
P. 103
alan grabinsky zabludovsky
Entramos. Subimos las escaleras. Sobre la cubierta soplaba un
viento frío. Las cúpulas de las mezquitas flotaban en la neblina café.
El laberinto milenario empezó a desfilar frente a nosotros, volvién-
dose diminuto, como para protegerse de los imponentes rascacielos.
El mar se abrió. A nuestra izquierda pudimos ver nuestro primer
cruce; a la derecha, diminutos puntos negros flotaban en el mar
abierto. Pensé en Grecia, en Marruecos.
Una de las islas se desprendió del horizonte como respondien-
do a un llamado nuestro. Un serrucho de acero industrial, cortando
el agua sin piedad, como si un edificio de cuarenta pisos se h ubiera
hartado de estar anclado a tierra y se hubiera puesto a nadar.
A toda velocidad. Hacia nosotros.
El sol quedó oculto por el cometa color petróleo. Por encima
vimos flotar enormes letras blancas. Cuando pasó, nos dimos cuenta
de la existencia de una enorme estela que pasaba por debajo de aquel
puente, alargándose hasta nosotros y desvaneciéndose entre miles
de trayectos. El monolito negro se movía sobre esta marca como si
fuera una carretera. Otro seguía la estela creada por el que acababa
de pasar. Y otro. Y, otro más.
Los puntos negros no eran islas, el conjunto no era un archipié-
lago. En la antesala del Bósforo había una hilera silenciosa de duen
des trasatlánticos esperando atravesar hasta el Mar Negro: enormes
células rojas atendiendo la misma distancia. El pulso del mundo
entero.
Entramos a una bahía; una línea de braquiosaureos nos hizo una
reverencia, las grúas extendiendo hacia nosotros sus largos cuellos.
Las gaviotas se posaron en el techo de la terminal. Sobre las ca-
lles miles de peatones moviéndose hacia camiones y estaciones de
metro. Unas señoras sentadas en hilera sobre el piso vendían flores;
en una intersección, un círculo de personas aplaudían a otras que se
habían parado a bailar frente a un grupo de música.
Tiendas de dulces, de lencería, de artículos de piel, de ropa, de
zapatos, de libros, de fruta. Y un Starbucks lleno.
Sólo veinte minutos había durado el viaje. Y estábamos en un con-
tinente nuevo.
103