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RICARDO MEDEL ESQUIVEL

flama nace completa, hecha y derecha en el encendedor, en el ce-
rillo el fuego nace vacilante, pero con ambiciones de hoguera.

    Desarrollar habilidades para encender un cerillo de manera in-
geniosa fue un pasatiempo de adolescencia. Hacerlo con una sola
mano, por ejemplo. Pero eso vendría luego. Primero, cuando niño,
y los cerillos nos eran restringidos, estaba la búsqueda de trucos.
Relacionábamos todo lo que produjera lumbre con la pirotecnia y
los fuegos artificiales. Quemamos cajas completas: encendíamos
un cerillo, lo lanzábamos dentro de la caja y la cerrábamos; el re-
sultado era una especie de bomba de humo.

    El truco más sorprendente de aquellos días lo realizó mi tío
Alejandro. En una de aquellas larguísimas charlas de sobremesa
que organizaban los varones adultos al calor de unas cervezas, mi
tío se mostraba ausente. Me acerqué a mirarlo. Quitó con cuidado
el papel metálico de unos Marlboro y lo extendió ante él sobre la
mesa; tomó tres cerillos y juntó sus cabezas en medio del papel.
Enrolló sobre ellas el papel metálico y dobló el cuerpo de los ceri-
llos para formar un tripié. Así armó un minúsculo cohete. Justo
bajo las tres cabezas de los cerillos había dejado una abertura. Me
sonrió antes de encender otro cerillo y ponerlo en ésta. Gran es-
pectáculo. Las cabezas hicieron combustión y propulsaron el co-
hete. Éste se elevó cosa de un metro y trazó una elegante parábola
que fue a terminar a la entrepierna del tío Arnulfo.

    Diversiones muy distintas vinieron después, por una vía insos-
pechada: los libros de pasatiempos. Es una tradición que los libros
de acertijos dediquen algunas páginas a los pasatiempos con ceri-
llos. El primero que vi, en un libro de Martin Gardner, es un clási-
co. Tres cerillos, como muestra la figura 1, simulan una copa y una
moneda hace el papel de aceituna. El reto es mover solo dos sin
doblarlos ni romperlos y dejar fuera la aceituna. La copa puede
quedar en una posición distinta, pero debe ser idéntica a la inicial.
Invito al lector a que lo intente, al final del texto encontrará la so-
lución.

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