Page 121 - Antologia_2017
P. 121
Ricardo Medel Esquivel
Fósforos
Un cerillo, ataviado de novio, sale hacia la iglesia. Al llegar,
se entera, por boca de los cerillos parientes, que la novia escapó
en compañía de un cerillo vestido de amante. El novio frota su cabeza
contra la desgracia y aparece un pequeño bonzo
ardiendo bajo el cigarro.
Bodas de fuego, Guillermo Samperio
El cerillo pertenece al género de los objetos que sólo se muestran
indispensables cuando están ausentes. Hace algún tiempo abunda-
ban las historias en que llegaba a ser trágica la falta de un cerillo.
Por lo menos elevaba la intensidad de la trama a niveles de deses-
peración. En el cine, en la televisión, encender el último cerillo era
una operación que ameritaba tanto cuidado –ojos apretados, alien-
to contenido– como cortar el cable rojo para desactivar explosivos.
Eran memorables las historias del hombre citadino arrojado de
pronto, sin previo aviso, a un medio natural desacostumbrado. La
isla desierta, digamos. Sin el sencillo mecanismo de un encende-
dor o una cajetilla de cerillos producir fuego es un problema grave.
Frente a la pantalla, mi hermano y yo sufríamos la angustia de los
personajes que estaban a punto de morir congelados dentro de al-
guna cueva (afuera, el viento y la nieve azotaban la montaña).
Pero enseguida venía el ingenio a salvar la situación. Uno de los
personajes en aprietos frotaba dos palitos al estilo indio, otro golpea
ba las rocas con un pico para generar una chispa incendiaria. Toda-
vía más ingenioso era el que improvisaba una lente para concentrar
los rayos del sol sobre un montón de hierba seca o sobre la punta
121