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ENSAYO CREATIVO
en el corazón y en la zona del diafragma. Esa cercanía con lo más
íntimo era lo que la hacía única.
La voz nos es tan radicalmente propia, que hay algo que desco-
nocemos de ella. Es como nuestra espalda. Tan nuestra, tan im-
prescindible, que sin ella no podríamos vivir. Aún así, nunca se
puede recorrer con el mismo detenimiento con el que se ven, se sien-
ten, incluso se huelen las propias manos. Se escapa irremediable-
mente, como ese lunar en la espalda que ni siquiera con la ayuda
de un espejo se podrá ver. Se puede utilizar el mejor equipo de
grabación, y aún así, en la reproducción de la voz siempre habrá
una variación que despierte desconcierto. Será más aguda o le fal-
tarán tonos graves; habrá una singularidad inexplicable en el alien-
to que no logrará ser archivada. Es tan huidiza que se escapa de
quienes hacen de ella su medio de subsistencia. Para quien escri-
be, los ríos de tinta no son sino el mapa de la búsqueda personalí-
sima: la del empeño por establecer como lengua literaria el propio
aliento. Los primeros pasos son meros titubeos: mezclas de estilos
y referencias que con el tiempo se depuran. Entonces la voz deja
de sonar artificiosa o lejana, pero sigue sin poseerse del todo. Quien
escribe ronda siempre los mismos temas. Aunque se cambie de pers-
pectiva éstos sobreviven en el fundamento de las obras. La litera-
tura es la voz que se busca dando vueltas sobre sí misma.
También es vida. En el momento del nacimiento, el primer
llanto es el resultado de la inauguración de los pulmones que em-
piezan a trabajar por primera vez. En la antigüedad, un parto podía
considerarse como acabado sólo hasta que la creatura emitía ese
sonido. Por eso era natural e incluso necesario pellizcar, dar pe-
queñas nalgadas o voltear de cabeza al recién nacido para ayudar-
lo a producirlo. El primer llanto le avisaba a la madre que todo había
salido bien.
¿Qué sucede con una voz que quiere gritar un llanto y no lo
puede hacer?
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