Page 185 - Antologia_2017
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ALFREDO NÚÑEZ LANZ

–empieza mamá con voz calmada, muy serena en comparación
con la de mi padre. –No entiendo qué te está pasando. Ni siquiera
haces tareas. Te encierras todo el tiempo a escuchar música y nada
te importa. Realmente me preocupas… Es horrible que a tu edad
bebas, ¡y en clase!

    Algo en su mirada me hace recordar una canción. Es la misma
que me cantaba antes de dormir; en aquellos momentos su presen-
cia me hacía sentir seguro con sus abrazos, su voz. Recuerdo la
ocasión en que me sentí orgulloso de que fuera mi madre. Años
atrás, justo cuando regresaba en el camión de la escuela, la vi es-
perándome en la misma esquina de siempre. Se veía muy blanca,
radiante. Llevaba alguna prenda rosa. Bajé del autobús y pude oler
su perfume. Olía tan claro como su propia piel. Recuerdo que me
dije, “sí, ésta es mamá” y bajé feliz de verla allí, como todos los
días, esperándome. Ahora también está frente a mí, es ella, pero
algo inexplicable nos separa. No puedo soportar esa distancia, se
hace cada vez más fuerte y clara. Miro hacia otro lado, para dis-
traerme. No le quiero decir que muchas veces me duele el pecho,
como si trajera una nuez de tristeza ahí atorada. No puedo hablar-
le de esas cosas, algo lo evita, ¿es vergüenza, orgullo?

    –¡Mírame a la cara cuando te hablo! Ya eres un hombre para be-
ber en clase, ¿no? Pues enfréntame. ¡Que me mires cuando te hablo!

    La miro. La nuez ahora está aquí en la garganta y parece hacer-
se más y más grande.

    –¿Quieres ser un don nadie? ¿Un mediocre? Dímelo de una vez,
para sacarte de esa escuela y te pongas a trabajar –grita mi padre.

    De pronto, se escucha la parte más fuerte de “Like a friend” de
Pulp. Es Reinaldo. Por un instante me calmo y pienso en él. Son-
río. Papá se lleva las manos a los oídos, desesperado.

    –También es ese vecino. Quieres ser igual que él y eso no lo
voy a tolerar, porque en mi familia no quiero vagos. En este mo-
mento voy a callarlo.

    –¡No!
    –Pues esta es mi casa y siempre he querido decirle a esa señora
lo que pienso de la música de su hijo. ¡Me tienen harto! No sé
cómo puede tolerar esa mierda.
    –Ella no tiene la culpa...

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