Page 123 - Antologia Jóvenes Creadores Primer Periodo 2014-2015
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césar tejeda
ante las vibraciones estériles de la manita del tirano, y por eso gritó
que lo único repugnante e insólito en Guatemala era el rostro de su
colaborador, que nada sabía de magia ni esplendores ni educación
ni progreso. Pidió que prepararan su landó y que lo llevaran hasta
el hipódromo. Frente al templo de sus voluntades demagógicas,
Estrada Cabrera fue incapaz de reconocer la fealdad exótica que se
alzaba frente a él, que asemejaba, sólo de lejos, a un Partenón, y que
él halló mágico y premonitorio, y ya no puso atención a los mate-
riales pobres que la misteriosa prestidigitación nocturna había elegi
do para la creación: madera, cartón y tela.
El señor presidente mandó a llamar a su ministro de Fomento,
Rafael Spíndola, para que lo ayudara a pasar en limpio sus reflex io
nes de “Protector de la juventud estudiosa”, una vez que su aberra-
ción estaba lista, ahora que no sabía cómo seguir adelante con el
curso de las festividades. Don Rafael Spíndola le dijo:
—Pero señor presidente, si usted ya decidió cómo vamos a proce
der. Si no me equivoco y si soy capaz de leerlo bien, usted quiere
celebrar la educación de manera culta y civilizada, hacer de la edu-
cación uno de sus principales temas a nivel propagandístico. Imagi-
no, o imagina más bien usted, señor presidente, hombre de talento y
corazón generoso, un desfile donde participen las escuelas nacio
nales y privadas, nuestros futuros terratenientes y nuestros futuros
camp esinos hombro con hombro, así deberíamos empezar, y luego
podría ocurrir una ceremonia en el hermoso templo que sus desig-
nios han levantado detrás del hipódromo, y luego usted podría leer
un discurso oficial producto de su cerebro vigoroso, de su perso
nalidad política, de su fe patriótica, de su corazón abnegado, de su
mano férrea, y luego los escolares podrían hacer pequeños actos de
baile, y luego podríamos ofrecer una merienda para los niños…
Estrada Cabrera interrumpió a su ministro de Fomento para de
cirle que estaba de acuerdo con todo, que él mismo había i maginado
todo eso, en la mañana, ayer y anteayer, con excepción de la me-
rienda, ya que el erario no podía soportar semejante despilfarro,
¡cómo iban a ponerse a alimentar patojos con el dinero de la na-
ción aunque fuera una vez al año! Don Rafael le dijo:
—Sí, señor presidente, usted también pensó, gracias a su cerebro
creador, gracias a la inquebrantable energía de su patriótica abne-
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