Page 124 - Antologia Jóvenes Creadores Primer Periodo 2014-2015
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novela
gación, que la merienda que habrán de comer los niños no fuera
cargada a cuenta del erario público, y ha decidido que las damas
de mayor abolengo se encarguen de ella.
Estrada Cabrera dijo que sí, eso había pensado él, mas ya no lo
recordaba, tantas cosas pasaban por su cabeza que perdía algunas,
y por eso tenía a su gran ministro que acudía a su magnífico desor
den intelectual para acomodarlo, y Rafael Spínola agregó:
—Y usted ha imaginado más aún, caudillo del partido liberal, ha
imaginado que la tarde termina con juegos infantiles y, ¿por qué
no?, presentaciones de esgrima, y luego ha visto a los niños yéndose
a dormir para que sus padres también puedan celebrar a la educa-
ción, que nunca tuvieron o que tuvieron muchos años antes, incom
p leta, insuficiente, y no como sus hijos, educados por los mejores
maestros del mundo; ha visto a los padres celebrarlo a usted y a Mi
nerva en un fastuoso baile con el que deberán concluir los festejos.
Estrada Cabrera, satisfecho consigo mismo, asintió.
—¿Y cuándo he imaginado que ocurre todo eso, señor ministro?
—A finales de octubre, como es natural: cuando concluyen los
ciclos escolares.
—Desde luego —contestó el tirano, y luego hizo su única con-
tribución a las festividades—, y deberán concluir el 21 de noviem-
bre, que es el día de mi cumpleaños. ¡Qué buenas ideas he tenido,
don Rafael!
—Ya lo creo, señor presidente, si yo se lo digo a todo el mundo:
el que no quiera ser su amigo, que no le hable dos veces.
Cuentan que la gente de la capital acudió con recelo a las prime
ras Fiestas Minervalias, porque así fueron llamadas por las mentes
promiscuas e indisolubles del ministro de Fomento y del presiden-
te, que se entendían tan bien. El 29 de octubre de 1899, los guate-
maltecos se preguntaban por qué tenían que adorar a una diosa del
panteón romano y por qué tenían que celebrar la educación insu
ficiente, a veces perjudicial, que sus hijos recibían. Les parecía un
rito pagano, y vieron como un castigo de Dios que durante las pri
meras Minervalias se derrumbara el templo a la abyección, hecho
con cartón, madera y tela.
Una ventisca común desplomó al santuario que cayó sobre la
diosa Minerva y sus vestales. Nadie murió, mas Estrada Cabrera,
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