Page 136 - Antologia Jóvenes Creadores Primer Periodo 2014-2015
P. 136
novela
reporte médico funcionó también como evidencia. En 1997 el abus o
sexual contra menores no era considerado delito grave en Veracruz,
por lo que fue posible que Albert B. Lutz enfrentara el juicio en li
bertad. La mitad del dinero para el amparo fue extraído de la cuenta
bancaria del alemán, la otra parte fue reunida por sus hijos y los es-
posos de sus hijas.
Al volver a casa, Albert B. Lutz empacó y esa misma noche
emp rendió otro de sus viajes. Fue al dormitorio del internado a
pedir a Epifanio, un zapoteco de veintitantos, estudiante del último
semestre de medicina, que cancelara sus planes de los días veni
deros y estuviera listo para partir en media hora. El episodio con la
justicia debía ser contrarrestado a la brevedad. De la improvisada
travesía poco se supo, regresaron tres días después, por vez pri-
mera sin hallazgos, ni anécdotas, ni filminas que presumir después
de la cena.
Los tres días posteriores a su regreso del viaje con Epifanio
transcurrieron de la siguiente manera: el primero convocó a la fa-
milia e indígenas en su estudio para pronunciar un discurso. Habló
sobre el monocarpismo de las agavóideas. Dijo que había docenas
de especies que esperaban el mejor momento, diez, quince años,
hasta más, para lanzar una sola flor en toda su vida, de la cual se des
prendían muchas semillas que, a su vez, se convertirían en plantas
adultas, aunque para los agaves dicha floración era su condena de
muerte. Una sola, hermosa y gigante flor para acabar con su exis-
tencia pero perpetuar la de los suyos. Un sacrificio. Él se sentía
como esa flor, y veía a muchos de ellos a punto de germinar. Sin
embargo, para hacerlo faltaba un elemento: la tierra, tierra fértil, y
entonces recordó la parábola del sembrador de Jesucristo.
—Hay semillas que caen a la orilla del camino y son devoradas
por las aves —dijo—, otras caen en rocas y nacen pero mueren por
falta de agua; unas más son ahogadas por los espinos, y existen aque
llas que caen en tierra fértil y llevan el fruto al ciento por uno. ¿Dón
de cayeron ustedes? —preguntó a los indígenas—, ¿cuándo echarán
la flor cargada de semillas en sus pueblos?, ¿están dispuestos a en
tregar su vida para la salvación de los suyos?
El segundo día viajó con sus hijos, esposa y nietos a un balnea-
rio de aguas termales cercano a Xalapa. La noche anterior llegaron
136