Page 138 - Antologia Jóvenes Creadores Primer Periodo 2014-2015
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novela

esa lengua era mal visto, dijo, por eso tenía gran mérito. La música
le fascinaba, agregó, y fue instruido en el piano desde pequeño. Era
parte de la educación básica en su país. ¿Qué instrumento tocan
ustedes? Ninguno. Qué terrible, dijo, qué terrible, mientras sacu-
día la cabeza.

    De vuelta en casa, Opa pidió a los nietos que se formaran frente
a él, les tomó una fotografía y los abrazó uno por uno. Olía a sudor
añejo. Cuando regresaba de una expedición, Anke hervía su ropa
interior en ollas. No había más remedio. Las camisas pasaban por
la lavadora, pero la máquina no era suficiente para eliminar la feti­
dez y las manchas amarillas en las axilas. Hubo un instante de silen­
cio. Albert B. Lutz dio media vuelta y se evanesció lentamente en la
penumbra del huerto.

    Ingeborg hizo repicar desde el balcón la campana que anunció
la cena. Sonaba también durante la mañana y el mediodía para aler­
tar a quienes trabajaran en los jardines de la Quinta Sahuaros, o se
hallaran en el dormitorio del internado, de que la comida estaba
servida. Albert B. Lutz se sentó en la cabecera de la larga mesa,
compuesta en realidad por tres mesas unidas. Cerró los ojos con
solemnidad y dio gracias a Dios en voz alta por los alimentos, por
la misión y por la presencia de los nietos. Su ceño era amargo:
cejas inclinadas, músculos faciales tensos, barbilla presionando el
labio inferior.

    La velada familiar fue interrumpida de pronto por el ruido de
un tenedor que Opa azotó sobre la mesa. Se puso de pie, dejó sus
alimentos a medias, salió del comedor y caminó a su habitación con
pisadas ostensibles, que retumbaron entre el silencio provocado por
su repentina rabieta. Azotó la puerta. No salió hasta el día siguien-
te, el día en que desapareció.

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