Page 25 - Antologia Jóvenes Creadores Primer Periodo 2014-2015
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AURA GARCÍA-JUNCO
“Si giras esta palanca, Selene acelera su curso y las estrellas a su alre
dedor cambian.”
El niño miró con ojos lunares el mecanismo engranado: “Así que
así es, unas pocas palancas y círculos conectados pueden mover el
universo”.
Heraclea erigía sus monolitos gigantescos y el mar sostenía
sobre su vientre las naves llenas de mercancías. Padre e hijo obser-
vaban desde la barca oscilante el mecanismo. El niño no se atrevía
a tocarlo. El misterio que los paneles de metal ocultaban era dema-
siado grande. Ahí, entre las manos del padre, tan cerca que el brillo
del metal lustrado deslumbraba sus ojos oscuros, estaba el objeto más
complejo que había visto y su corazón intuía lo que su mente no
podía esbozar del todo: la posibilidad de cambiar el orden de la bó
veda celeste, de acelerar el curso del tiempo y la de por sí breve
existencia humana.
“Y en esta marca es donde crece el grano, en esta otra donde los dioses
suspiran y el invierno llega.”
Frente a la máquina, el tiempo pasaba más rápido de lo usual.
Egipto, el fértil, mostraba ya la luz de sus faros y el niño acercaba
su mano al mecanismo. Una barrera la detuvo; una advertencia que
decidió ignorar. La mano pasó la protección invisible y el niño giró
la perilla. Primero lento: las estrellas rotaron; luego más rápido: la
noche se hizo día; más rápido: los campos se cubrieron de cosechas
para luego morir.
Después, un crujido cada vez más fuerte y un temblor terrible.
El mar enloqueció por el impulso de las entrañas terrestres y los
ídolos de piedra cayeron uno a uno, volviendo a su prístino origen.
El mar los acogió a todos en su vientre y el terrible mecanismo
abandonó las manos hacedoras para siempre.
*
Lo que más extrañaba el señor conde de Alfaz era abrazar con los
dos brazos el frágil cuerpo de su única hija, una niña flaca y pálida
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