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AINHOA SUÁREZ GÓMEZ

cultura cuyo desarrollo se dio, primordialmente, a partir del diálo-
go y del habla con los otros. Definió al ser humano, contrario a lo
que suele pensarse, no como un animal racional, sino como un
animal provisto de la palabra. Y aquí el singular no es una conce-
sión, sino el verdadero meollo del asunto. Enfatiza la doble acep-
ción del término que, como una caja de Pandora, deja escapar
dem­ as­ iadas cosas.

    Palabra, por un lado, alude a un vocablo, a una unidad que por-
ta un significado: casa, perro, gato. Por el otro, en un nivel menos
terrenal, remite a la facultad de hablar: En la casa habitan un pe-
rro y un gato. Es decir, a la capacidad para entrelazar vocablos y
producir un pensamiento. Para que esta segunda acción se lleve a
cabo, se necesitan dos cosas: los medios para poder razonar los
términos y unirlos, y el contar con una vía para poder compartir
ese resultado. En el momento en que Aristóteles lanzó su defini-
ción, el intercambio de ideas se daba, en lo primordial, a través de la
voz. Ésa era la vía. Con el tiempo, y a pesar de que la acción de de-
cir palabras no es la única forma de comunicación con la que cuenta
el ser humano, ésta se consideró no sólo como la predilecta, sino
la que aseguraba que al hacerlo se estaba haciendo uso de la razón.
En un emplazamiento diestro y excluyente, esta primacía devino en
la creencia que afirma sin titubeos que la capacidad para decir pa-
labras y aquella otra para crear ideas son una misma cosa.

    De la época de Aristóteles a la fecha ha habido cientos de cul-
turas para las que el hecho de no poder contar con la voz como
medio principal para el intercambio de ideas levanta sospechas.
Para ellos la gesticulación, el movimiento de manos y brazos; la
transformación del entrecejo o de las mejillas, es accesorio. Mu-
chos siglos después de que el filósofo griego saliera de escena,
Kant, sumergido en esa tradición vocal, dijo que quien padecía de
mudez podía aspirar a tener una simple analogía de la razón, nada
más. Su incapacidad para articular palabras era un reflejo de su
inteligencia y viceversa.

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