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ENSAYO CREATIVO
La afasia se produce por una obstrucción que degenera la es-
tructura de un vaso sanguíneo encargado de la circulación de la
sangre. Esto dificulta la irrigación del cerebro y, ante la poca pre-
sencia de oxígeno y la falta de movimiento en la corteza cerebral,
detiene la regeneración celular. Las neuronas comienzan a morir
sin ser reemplazadas. Con su desaparición, la comunicación entre
las terminaciones nerviosas se pierde.
En papel, la descripción parece apuntar a un proceso totalmente
mecánico, incluso simple: un conducto que se tapa. Pero lejos de la
jerga clínica es difícil asociar la explicación, a primera vista sencilla,
con situaciones tales como la falta de memoria, el desconocimiento
sobre la pronunciación de algunas palabras, la incapacidad para
articular mensajes a través de la voz o la inmovilidad casi total del
cuerpo. La impresión de que se está frente a dos islas demasiado
lejanas que desconocen la existencia una de la otra es casi natural.
La relación se antoja artificial.
Para quien ha crecido utilizando primordialmente la voz como
medio de comunicación, la afasia no sólo es un padecimiento ce-
rebral asociado al lenguaje, sino también un problema emotivo y
social. En los casos más graves, lo más significativo no es la pér-
dida de la capacidad para pronunciar palabras, sino para unir unas
con otras. Es decir, la pérdida de la habilidad para proposicionar.
Hay distintos grados y tipos de lesiones: unas permiten al paciente
producir ciertas señas; otras, articular términos aislados. El golpe
más duro viene de la imposibilidad de vincular distintas expresio-
nes. Cuando no se tienden puentes, incluso el gesto más preciso es
una boya flotante, vaga, solitaria. La comunicación telegráfica hace
que la interacción con quienes recurren a la voz como principal
recurso para dotar de sentido su mundo, sea limitada. De manera
paulatina, ante la falta de práctica, de repetición, algunas palabras
se olvidan, de otras ni siquiera es posible recordar su sonido. Si no
se acude a una terapia o a un tratamiento que permita ejercitar la
habilidad para hacer nexos entre palabras, o que, por ejemplo, en-
señe un nuevo lenguaje basado en otras unidades como las señas y
los gestos, se corre el riesgo de que, con el tiempo, el pensamiento
empiece a restringir su campo: que la abstracción se vaya quedan-
do en el camino, y que lo concreto, lo inmediato, lo fugaz, se vuel-
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