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ENSAYO CREATIVO

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 Una mañana. Me duele cabeza.

                                              Ruido.

                                                                        Fuerte. Muy fuerte.

 Mareo.

                                     ***

La acción de guardar silencio puede pensarse desde dos parajes:
desde la ausencia general de sonido de los objetos inanimados, de las
cosas que no pueden hablar, pero también desde la acción de quie-
nes tienen la posibilidad de elegir entre hablar o mantenerse calla-
dos y optan por lo segundo. Aunque parecen cercanas, la distinción
es abismal, pues allí donde se espera la presencia de un sonido, el
mutismo nunca es indiferente. Hay una tensión permanente entre
el vacío experimentado y la expectativa de la palabra que hace del
quietismo una experiencia turbadora. Por encima de lo dicho, ate-
rra más aquello que se pudo mencionar y que permaneció en silen-
cio. No el negro sino los espacios en blanco, siempre dispuestos a
transformarse.

    Más allá del móvil particular que lleve a alguien a optar por el
silencio, el tema desemboca de manera inevitable en una discu-
sión sobre la libertad. Quizá ese sea el motivo oculto de la tensión
entre lo dicho y lo no dicho. A diferencia del quietismo de los ob-
jetos, el de quienes recurren en forma deliberada a él, se torna en
realidad porque se elige una de dos opciones. Callarse de modo
voluntario es ejercitar la capacidad de decidir. Pero en el contexto
de la mudez, el vínculo muchas veces se juega a la inversa. Quien
pierde la voz de manera intempestiva y desconoce otras formas
del lenguaje, por ejemplo, puede ser libre de anhelar estar en silen-
cio, pero incapaz de realizar ese deseo. A diferencia de quien opta
por no decir algo, le es imposible probar que elige mantenerse calla-
do. Existe la voluntad, pero no los medios. Se encuentra a medio

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