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PEDRO ZAVALA
En la habitación 307 se dio cuenta que la peste hedionda había
desaparecido. Sin embargo, el papel tapiz amarillento se despegaba
en la parte alta de las paredes. Sin pensarlo tomó el teléfono y marcó.
–Recepción.
–Pídame un taxi, por favor. Me largo de aquí.
–No, no. La noche va por cuenta del Metrópolis, señor Monte-
sinos.
–En diez minutos, por favor.
Génesis esperó en la acera. Cuando llegó el taxi pidió al chofer
que lo llevara al Caesars Palace, a unos pocos minutos de distan-
cia. Durante el trayecto el taxista, un argelino, le preguntó qué tal
la estaba pasando. Génesis agradeció que el trayecto pudiera rea-
lizarse en silencio. Miró la cara del chofer. Los ojos agrandarse.
–Como quiera.
Luego de pasar por la recepción del Caesars y las formalidades
hoteleras subió a su habitación en el piso nueve, con vista al lago
del Bellagio del que sólo divisaba una enorme mancha negra. Las
luces de los hoteles eran para él candelas de diversos tamaños y
colores. Los autos, salpicaduras refulgentes que aparecían y des-
aparecían en la oscuridad. En la habitación abrió la botella de
Möet detrás de la ventana. El tapón salió disparado y pegó en el te-
cho. Dejó un pequeño hueco que podía percibirse a simple vista.
Sonrió.
Después de cuatro copas recordó cuándo había sentido algo
similar: los latidos, las descargas eléctricas, el vértigo, el letargo.
Se percató que, en toda su vida, había experimentado esto sólo en
tres ocasiones: después de un asalto vehicular en la Ciudad de Mé-
xico; el día que le rompió la cara a un escritor joven y a un cono-
cido crítico mexicano, y el día del primer cobro como parte del
Sistema Nacional de Investigadores, que terminó por alguna ex-
traña razón, borracho y en una carrera clandestina a la mitad del
Circuito Interior en la Ciudad de México.
Qué asco, qué desperdicio, qué desperdicio de vida, dijo al re-
cordar sólo tres momentos específicos y no encontrar alguno otro
en sus recuerdos. En sesenta y cuatro años sólo he tenido esta sen-
sación en tres ocasiones, se dijo frente a la ventana.
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