Page 206 - Antologia_2017
P. 206

NOVELA

te a él. Un par de fichas de color azul, que rebotaron y rodaron hasta
el centro de la mesa.

    El croupier repartió las cartas. Génesis recibió una y después
otra. Vio en su mano 9 y 5 . No pues así no voy, qué pasa, se dijo
y descartó la mano de inmediato. Miró el juego desarrollarse a su
alrededor y vio que Nevada e Indianápolis dejaban de hablar
mientras apostaban. Al terminar la mano regresaban exactamente
al punto en que habían dejado la conversación. ¿Autos y carreras?
¿A la mitad del desierto y con pilas de dinero frente a sus narices?
¿De verdad? Supongo que manías hay millones como habitantes
tiene el mundo. ¿Pero autos y carreras? ¿En serio?

    Como segunda mano recibió 3 y 2 . No, no, no, no seas así,
quiero jugar, ¿por qué me haces esto?, pensó y atravesó con la mira-
da al croupier. Un joven negro que parecía hacer magia al revolver
el mazo y al repartir las cartas. Génesis descartó también esa mano.

     Detuvo su mirada en Mary Shelley, quien subió la apuesta y
peleó duramente hasta perder un total de 550 dólares en cuestión
de minutos.

    Como tercera mano, el viejo recibió un par de 8. Al mirarlos
sintió las sienes a punto del estallido y las manos temblorosas. Ol-
vidó los hoyos en las axilas y levantó los brazos más de la cuenta
para lanzar las fichas al centro. Ir con todo, tocar el plástico, la
redondez, el chasquido del plástico rígido, lanzarlas al centro,
apostar, arrojarse al vacío, pensó.

    Subió la apuesta inicial a doscientos y de inmediato Shelley
mandó doscientos dólares más. Génesis sintió contraer sus testícu-
los y miró de nuevo sus cartas, para asegurarse que hacía lo correc-
to. Todo en su lugar, se dijo.

    –¿Ya se le olvidaron? –preguntó Mary, y los jugadores alrede-
dor de la mesa reventaron en risas. El día anterior Génesis había
escuchado comentarios de este tipo, provocaciones burlescas que
intentaban sacar de concentración a los jugadores y aprovecharse
de ello.

    Qué mal gusto, Mary Shelley, ahora creerán que soy un imbé-
cil en la mesa, pensó, y después pagó los doscientos, sin titubear
para seguir en el juego. Más para nulificar la reciente embestida
que por confiar en las cartas en la mano.

206
   201   202   203   204   205   206   207   208   209   210   211