Page 284 - Antologia FONCA 2017_sp
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GENER CHAN

ella. Los Grandes Señores levantaron la orilla para no cayera fue-
ra. El cuerpo de Casimiro estaba totalmente tieso, solamente se le
veía mover sus ojos y se escuchaba el golpeteo de sus dientes. La
puerta se cerró nuevamente y el Sip kéej caminó hasta el centro
de la casa, se acostó en el piso e inclinó su cabeza en el suelo ce-
rrando sus ojos.

    –¿Qué está sucediendo? ¿Qué fue lo que salió mal? –se pre-
guntaba Casimiro mientras permanecía quieto en su hamaca.

    De pronto Casimiro comenzó a escuchar un ruido entre las
palmas del techo de su casa maya, como si algo se introdujera en-
tre ellas. Era un ruido fuerte, como si algo estuviera abriéndose
camino entre el techo de palmas secas, provocando el chillido de
las maderas amarradas que conformaban esa parte de la casa.
Como pudo, dirigió sus ojos hacia el ruido y así fue como vio que
se asomaba la cabeza de una culebra que sacaba su lengua bífida.
Los ojos del reptil sólo se dirigían hacia donde estaba Casimiro
acostado. Era una culebra grande, que poco a poco, lentamente,
asomaba su cuerpo. La luz de Yuum K’iin, Señor Sol, que se fil-
traba entre las maderitas del cuerpo de la casa, mostraba el brillo
de la piel de dicho animal. Cuando dejaron de sonar las palmas,
fue el momento que el animal había logrado entrar complemente
en la casa. Era tan grande que podía medir hasta dos brazadas de
largo y su grosor era del tamaño del brazo de Casimiro. Ya dentro
de la casa, la culebra comenzó a desplazarse rápidamente en el
espacio que hay entre el techo y el cuerpo de la casa. Cuando por
fin llegó a donde estaba amarrada la hamaca, comenzó a descen-
der por la soga. Casimiro estaba inmóvil, no podía ver cómo se
movía en dirección suya, pero sí podía sentir que era grande, por
el peso que se sentía en la hamaca mientras descendía. Así fue
como la culebra llegó hasta Casimiro, poco a poco fue subiéndose
encima de él, estaba muy frío el cuerpo del reptil. De pronto, la
culebra comenzó a enrollarse en el cuerpo de Casimiro, tieso
como un tronco. La fuerza con la que estaba apretando hizo que
sus huesos tronaran. Aunque Casimiro deseaba mejor desmayar-
se y dejar de sentir lo que le ocurría, no fue posible. Su mente es-
taba muy inquieta, muy ansiosa, muy asustada. La culebra abrió
sus fauces y de ahí salió una culebra más pequeña. Se dirigió

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