Page 33 - Antologia Jóvenes Creadores Primer Periodo 2014-2015
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AURA GARCÍA-JUNCO
me dejó por completo. En las noches impregnadas de monotonía,
un sueño recurrente llegaba. Era un sueño de la bóveda celeste vista
a través de un enorme engrane.
Después de mi observación solitaria, mis manos parecían actuar
por sí solas y comenzar a unir las piezas que para este efecto apa-
recían repentinamente a mi alrededor. Conforme los años pasaban,
el sueño se volvía más exacto: más preciso era el mapa del cielo
que dibujaba en mi mente, al grado de que al despertar me sorpren
día su exactitud comparada más de una vez con alguno de los libros
de la biblioteca de mi padre. En cuanto al aparato, su construcción
era también más meticulosa. Veía con claridad cada una de las mu-
chas piezas que ajustaba y en una ocasión incluso tallé una de las
placas que lo cubrían con el mismo mapa del cielo que acababa de
observar.
Soñar con el aparato empezó a ser un acto deliberado que pare
cía poder provocar a voluntad. Antes de dormir, me proponía retos
que se cumplían en el sueño: observar tal o cual constelación, se-
guir tal o cual camino de estrellas, observar con más detenimiento
ciertas piezas complicadas, terminar más rápido de armar las tapas.
Mis progresos en su comprensión, o al menos así me lo parecía, eran
innegables.
A pesar del control que parecía tener sobre mis sueños, había
algo que jamás logré entender. El uso del aparato nunca dejó de ser
para mí un misterio. Cuando estaba a punto de girar sus perillas y
mover las palancas que determinaban su funcionamiento, algo me
despertaba. Unas veces era algún sirviente que, según me relataba,
me despertaba asustado por mis risotadas estridentes. Otras más, el
mismo sonido de mi grito de victoria era el culpable de la renova-
da vigilia, que a partir de ese momento no podía interrumpir por el
resto de la noche. Pero las más de las veces el sueño simplemente
mutaba en alguna otra cosa, dejándome con un sentimiento de frus
tración intensa.
Las noches se volvieron mi máxima expectación. Siempre tenía
a un lado de la cama los materiales de escritura necesarios para po-
der anotar mis nuevas conclusiones y los pliegos se llenaban rápi-
damente de esquemas y dibujos que refinaba constantemente. Mi
obsesión llegó a un punto en que, ya en la adolescencia, mandé a
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