Page 37 - Antologia Jóvenes Creadores Primer Periodo 2014-2015
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AURA GARCÍA-JUNCO
era evidente. Tomó un mes más para que me reconstituyera por com
pleto, aunque poblado de cicatrices. El día en que finalmente aban-
doné mi habitación me llevé la sorpresa de que mi estudio había
sido profanado. Además de algunos aparatos sin importancia, fal-
taba, por supuesto, el manuscrito. No tuve duda de quién lo tenía.
Mis padres me contaron que el maestro había aprovechado mi dolen-
cia y se había marchado a ver su madre enferma. Volvería en un mes.
Siguieron meses angustiosos. Tuve que aprender a vivir sin mi
oído derecho y sin mi manuscrito, que había estado a mi lado por
años. El maestro me quitó el único objeto que había apreciado real
mente en la vida y, lo que es más importante, me arrancó los sueños.
Por las noches ya no había más que un azul intenso al cerrar los
ojos. No más bóveda celeste, no más piezas dentadas.
Ovidio dijo con sus palabras aladas que el tiempo devora las
cosas. Pues bien, el divino tiempo devoró también mi angustia y la
rueda de la fortuna siguió girando y me llevó a mejores derroteros.
Un día, ya que mi fama se dispersaba por el mundo, me desperté
con el rumor de que uno de mis sirvientes había visto en un mer-
cado un manuscrito similar al que solía mencionar continuamente.
No perdí un minuto y fui por él. Mi sorpresa fue grande al constatar
que no era el mío, sino uno casi por completo idéntico. Lo compré
para revisarlo a profundidad. Una lectura detallada me reveló una
serie de pequeñas diferencias. Empecemos por la más evidente: el
autor, que aparecía en la segunda página del libro, tenía un nombre
familiar, pero no el del maestro ni el mío, sino el del griego Arquí-
medes. Por un momento dudé que fuera una copia de aquello que
recopilé directo de mis sueños y me llené de emoción pensando
que quizás habría llegado al instructivo original de mi proyecto.
Pronto se reveló la imposibilidad de esta hipótesis ya que los esque-
mas eran tal y como yo los había trazado e incluso tenían los cambios
que de sueño en sueño había percibido y fijado. Emprendí, enton-
ces, la búsqueda, enteramente de memoria, de los rastros de copia-
do. El resto de las diferencias me parecieron respuestas a algunos
problemas de funcionamiento que se intuían de mis propias explica-
ciones y algunos diagramas adicionales, basados en los primeros.
Éste fue el primero de una serie de manuscritos que encontré en
varias partes del mundo, ayudado por amigos con los que guardaba
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