Page 46 - Antologia Jóvenes Creadores Primer Periodo 2014-2015
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cuento

cuerpo, fue el aleteo de un sinfín de creaturas de la cueva, que re-
voloteaban convulsas e invasivas. El pánico circulaba por venas y
arterias ante la asunción de que se trataba de murciélagos. La fuerza
policiaca se dispersó en todas direcciones, sólo Malasmañas, Buen­
día, Espinoza y Remy continuaron por la ruta contemplada. Iban
desperdigando licor en el camino para que Malasmañas olfatease
el camino de regreso.

    Tras media hora de subir y bajar, al final de la gruta, en una lo­
cac­ ión paradisíaca, encontraron lo que no sabían que buscaban: el
marip­ osario. El sitio era majestuoso, las estalactitas daban la im-
presión de una arquitectura gótica y el cenote de aguas cristalinas
surtía los efectos afrodisiacos del Caribe. El movimiento colectivo
de las mariposas era similar al del pincel danzando sobre el lienzo.
La luz de una fogata reveló la presencia de humanos. Reposando
sobre el musgo, adentro de una sala de piedra, compartiendo elixir
embriagante, se hallaban los fumigadores desaparecidos, como flo­
tando sobre El Jardín de las Delicias.

    —¿Qué carajos está pasando aquí? —irrumpió Malasmañas—.
¿Para eso creen que les pagamos? Hemos desperdiciado semanas
buscándolos. Les dijimos a sus familiares que habían muerto y que
lo más probable es que los hubiesen torturado.

    —Aliviánese, maestro, aquí la vida es buena; incluso cuando es
mala, no deja de ser un hechizo.

    —¿Alivianarme? ¿Sabes qué le pasa a la gente que se aliviana?
Se mueren de hambre o, peor aún, regresan a vivir con sus padres.

    —Mire, si se quiere poner difícil, ustedes no tienen una orden
de arresto.

    —Las órdenes de arresto no existen, son un producto de la ima­
ginación de la sociedad civil. Aquí lo que manda son mis pistolas.

    —Lo siento, coronel, me gusta el mundo del mariposario, no
creo poder regresar. Afuera soy pobre. Bueno, aquí también pero
es más bonito.

    Y así, en lo que pareció apenas un pestañeo, a los policías y al
pe­riodista se les fueron tres días, sobrenadando en esa atmósfera per­
fumada, en esa sensación de calma y placidez. Cuando Buendía
recuperó la noción del tiempo, supo que debía regresar y entregar
la nota que le daría para vivir el próximo mes. Espinoza enfatizó

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