Page 50 - Antologia Jóvenes Creadores Primer Periodo 2014-2015
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cuento
pecto, pero nunca había escuchado éste. Hice una pila con ellos y
los guardé momentáneamente en la mochila de herramientas que
siempre llevaba conmigo. No había tiempo para hacer todas las
indicaciones de doña Ruiz. Lo pospuse y el recuerdo otra vez, el
pinche recuerdo…
Los rituales frente al espejo
Tenía cinco o seis años, no pretendo recordar con exactitud, cuando
tomé conciencia de mi reflejo en el espejo. Me veía todo el tiempo.
En mi casa siempre hubo espejos. Mamá estaba obsesionada con
ellos. Al igual que yo, se veía todo el día. Se maquillaba y se volvía
a desmaquillar, por ejemplo, para seguir viéndose.
Ensayaba sus monólogos también frente al espejo. Siempre
quiso comenzar una carrera de actriz. Era una mujer talentosa, mi
madre. Pero su pasión por la actuación se convirtió en locura. Que
riendo obtener un papel importante, descuidó su alimentación, necesi
taba adelgazar. Y desapareció. Pero su muerte lenta no tiene nada
que ver con el recuerdo. ¿O sí?: finalmente fue ella quien me conta
gió el narcisismo de siempre actuar frente al espejo, de querer hacer
todo frente a él. Todavía hasta hoy, cuando hago el amor, siempre
tiene que ser frente al espejo, aunque estornude, incluso cuando me
masturbo, es necesario tenerlo enfrente para derramar la venida en
él. El espejo, como ven, se ha convertido en parte esencial de mis
rituales de vida.
La primera vez que recuerdo haber visto al hombre en el espejo
fue por aquellos años, cuando mamá se estaba consumiendo. Papá,
el cobarde, no quiso seguirle su juego, decidió abandonarla… Y a
mí en el camino. Así pasa. Uno tiene que sobrevivir solo. Mi reflejo
era el único amigo que tenía, hasta que el hombre sin rostro apare-
ció en él. Es un decir que no tuviera rostro. Sí tenía… pero parecía
borroso. Estoy seguro que tenía bigote y barba, como yo la tengo
ahora: abundante, descuidada.
Al principio pensaba que era mi vista la que fallaba. Me tallaba
los ojos, hasta enrojecerlos, para tratar de enfocar bien, pero el
rostro borroso seguía ahí. El hombre me saludaba, parecía tocar la
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