Page 55 - Antologia Jóvenes Creadores Primer Periodo 2014-2015
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néstor robles

me hice hombre. Tuve que abandonar la casa hogar. Así fui a dar
con este trabajo cagado de asistente de mudanzas, bajo el auspicio
del ya difunto Walter, en paz descanse.

    Mientras yo seguía huyendo del cementerio, sentía que el ca-
brón seguía atrás de mí: el hombre del espejo: el pasado.

    En el departamento donde vivía tenía un espejo enorme, siem-
pre cubierto. A pesar de esta alergia y este miedo que me causaba
estar frente a uno de ellos, me gustaba enfrentarme a mí mismo: me
quedaba viendo, siempre directo a los ojos, para ver qué descubría.

    Hay mitos sobre esto, con los que siempre he estado fascinado.
Uno de ellos tiene que ver con los espejos en los sueños: si alguna
vez te sueñas frente a un espejo, no se te ocurra mirarte, pues vas
a ver tu verdadero tú, el monstruo que llevas dentro. Por eso cuan-
do sueño, lo evito a toda costa, lo reviento sin pensar, despertando
con cicatrices en el puño, las mismas que me hice de niño.

    El otro tiene que ver con la muerte y el alma. Como ahorita, de­
bería de mantenerlo cubierto porque como acaba de morir alguien
cercano, es muy posible que se manifieste en el espejo. Más si tien­ e
asuntos pendientes en este plano. Vengarse de su asesino, por ejem­
plo. Pequeño detalle.

    Hay otro muy curioso que tiene que ver con la oscuridad. Un
cuarto oscuro con espejos puede ser peligroso, pues las ánimas se
transportan a través de ellos. Y las ánimas le temen a la luz. Así,
cuando estás en un cuarto oscuro con espejos, con la simple ilumi-
nación de una vela, ¡cuidado!: esa tenue luz, al mismo tiempo que
los asusta, los atrae. Te conviertes en presa fácil, lista para ser re-
emplazada.

    El mito que más me gusta tiene que ver con el tiempo. Práctica
ancestral, la catoptromancia es el arte de la adivinación a través de
un espejo. Se requiere paciencia. Ver, casi sin parpadear, ver más
allá dentro de tus ojos: el reflejo del alma, dicen. Por más que he
tratado de ver el futuro, nunca veo nada: sólo recuerdos. Malas
memorias. He durado horas. Horas. Inútiles todas, nada más que
mi otro yo mirándome de forma siniestra. Esa sonrisa… ¿dónde la
he visto?

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