Page 54 - Antologia Jóvenes Creadores Primer Periodo 2014-2015
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cuento

pues nunca me imaginaba que se pudiera hacer eso con los cuerpos:
revueltos, jadeantes.

    En un instante, o lo que me pareció un instante, ella lo vio y
lanzó un grito. Él retrocedió, confundido. Ella se dejó ir en contra
de un espejo de tamaño que se ajustaba al suyo, reventándolo. Los
cristales cayeron sobre ella, algunos comenzaron lo que ella estaba
a punto de terminar: rasgaron su cuerpo blanco, decorándolo con
manchas rojas.

    Mi madre, entrada en algún tipo de éxtasis, tomó un par de tro-
zos puntiagudos del espejo roto y comenzó a cortarse: los pechos, el
torso, las piernas, los brazos… finalmente las venas, luego la gar­
ganta. El hombre no hizo nada para detenerla. Me acerqué, pen-
sando que podría ser de ayuda, pero mi madre ya estaba en el más
allá: su mirada se encontró con la mía, ojos en blanco. Había ras-
tros de lágrimas en su rostro.

    El hombre seguía ahí. Nos miramos directamente a los ojos.
Sentí que estaba viendo dentro de un caleidoscopio: veía fragmen-
tos de mí, esparcidos en un prisma triangular. Así como apareció
el hombre del espejo, así se fue: se esfumó, se hizo polvo. Estornu­
dé. Hasta ahora lo sigo haciendo, como una alergia que me estaba
previniendo de acercarme a los espejos, los estornudos han sido
cons­tantes, ahora que lo pienso. Gente diciendo salud, gente im-
plorando ayuda de Jesús. ¿Por qué lo hacen después de estornudar?
Uno está jodido ya. Jesús no ayuda si estás jodido de nacimiento.

    Alguna vez estornudé en el camión. Nadie me dijo nada. Al prin­
cipio me sentí patético, ignorado. Después me di cuenta que los
patéticos eran ellos: metidos en sus libros, sus celulares, escuchan-
do música. Pendejos. Todos eran unos pendejos. Me gustaba ser
invisible.

Los mitos del espejo

Lo que siguió fue natural: quedé huérfano, crecí en una casa hogar
rodeado de los peores compañeros que pude haber tenido. Me de-
cían el Malasuerte porque siempre le huía a los espejos, pues como
lo expliqué, los estornudos me cazaban. Sobreviví, finalmente. Crecí,

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