Page 61 - Antologia Jóvenes Creadores Primer Periodo 2014-2015
P. 61

Aniela rodríguez

                                     ***

Se me ocurrió también el maravilloso plan de dejarme caer una y
otra vez para ver si el líquido olvidaba el monstruoso circuito de
los últimos días. Matilde me aventó sin piedad desde una escalera
en incontables ocasiones, sin advertir que con cada brincoteo per-
día diez gramos de mi peso y, en cambio, sumaba ampollas y callos
bien distribuidos por todo el cuerpo. No gané más que la satisfac-
ción de su risa cuando le tocaba empujarme y cruzaba los dedos,
esperando que la cuerda se rompiera. Matilde era una mujer mara-
villosa. Así pasábamos nuestros días, tarareando canciones inútiles
mientras en el piso se formaba un charquito al principio insignifi-
cante, y que con cada salto se iba haciendo más grande.

    Logré volverme inmune a los accidentales golpes propinados
por Matilde que, en lugar de mejorar las cosas, terminaron desenca­
denando un caudal insalubre en el ojo izquierdo. Ni los mil diablos
lograron dar con la sacudida que me sacara del suplicio; me hice a
la idea de que jamás lograría otro título que no fuera el de chilletas
involuntario, cosa que me pareció de lo más divertida. Las múlti-
ples caídas me volvieron un pedazo de hombre casi inservible, los
pies se me habían ennegrecido y supe que muy pronto no sería más
que un lisiado cualquiera, dispuesto a vender chicles a los oficinis-
tas que buscan refrescarse el aliento antes de volver a su asquerosa
rutina. Los zapatos ya no daban más de sí; tuve que vendarme los
dos torrejones que me habían quedado en vez de extremidades y
quedé arrinconado en una silla de ruedas vieja y polvosa que here-
dé de mi padre hace tantos años.

                                     ***

Mariano Palacios siempre fue nuestro médico de cabecera. No me
inquietó ver el juramento hipocrático colgado en mitad de la pared
de su consultorio, augurando esa terrible falta de confianza de los
galenos que respaldan su ineptitud en un documento arcaico y sin
valor legal alguno. Entré en el consultorio con un bochorno que
muy probablemente se parecía al calor del mismísimo infierno; me

                                                                                             61
   56   57   58   59   60   61   62   63   64   65   66