Page 183 - Antologia_2017
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ALFREDO NÚÑEZ LANZ
izquierda a derecha, sentado sobre el escritorio y con las piernas
colgando hacia la nada.
De pronto escucho el ruido de un coche viejo. Es el Volkswa-
gen de Maru, la mamá de Reinaldo. Los dos están bajando bolsas
del supermercado.
Reinaldo mira hacia arriba y me sonríe casi asustado.
–¡No te avientes, no saltes! Luego, ¿quién limpia?
Me río y lo saludo con la mano. No es la primera vez que hace
ese chiste, pero siempre me da risa.
Reinaldo saca una caja mientras su mamá se aleja del coche
sonriéndome y con bolsas en las manos.
–¿Vas a acampar? –le pregunto.
–Sí, es una casa de campaña nueva. Ahora subo y te platico.
–Espera.
Me aseguro de que mi madre no ande por la casa. Salió, quizás
al supermercado y luego a recoger a Olivia de la escuela.
–Estoy castigado, pero no hay nadie.
–Entonces ahora subo.
Me emociona contarle lo que pasó, ¿cómo tomará esto de la
expulsión? Escucho el timbre y le abro.
–No conocía tu casa… Es muy diferente a la mía, pero el espa-
cio es igual. También tiene sólo dos recámaras. Vamos a tu cuarto.
Me molesta que sepa que comparto todo con Olivia, pero así
son las cosas.
–Está lleno de peluches de mi hermana, pero vamos –le advierto.
Reinaldo no dice nada. Rápido entra y va a la ventana.
–¿Cabemos los dos en el escritorio?
–Sí.
–Me late este lugar. No tiene buena vista, pero hay algo en ese
edificio de enfrente que me gusta.
Lo entiendo, me pasa lo mismo. Aquel edificio gris no tiene nada
de grandioso, pero me atrapa. Nos callaaaamos por unos momen-
tos. Nadie lo entiende, pero a veces está bien callarse un rato. Rei-
naldo saca una cajetilla de cigarrillos, prende uno y me dice:
–Me voy de viaje con unos amigos a la playa. Vamos a acam-
par allá, por eso me compré la tienda de campaña. Nos vamos una
semana. Salimos mañana en la madrugada, a las 5:00.
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