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ALFREDO NÚÑEZ LANZ

he dicho antes jamás hemos tenido un problema grave como éste.
Por eso insisto en que reconsideren su decisión.

    No lo puedo creer. Está mintiendo, ¿por mí? Las dos gárgolas
se miran como si pudieran leerse el pensamiento. La directora
tuerce la boca como si hubiera perdido el as guardado bajo la man-
ga. Mi madre juega con los botones de su suéter. Ahora mis axilas
son un charco de miedo. Desesperada, la directora habla:

    –Someteremos este caso al Consejo Académico. Lo presentaré yo
como un favor. Pero la decisión final la tiene el Consejo, ¿está claro?
De cualquier forma, mientras el Consejo se reúne, Ernesto estará sus-
pendido… La maestra Lizzette se comunicará con ustedes cuando
tengamos una respuesta. Me veo en la necesidad de recomendarles
una terapia preventiva “anti-drogas” para su hijo, con apoyo especial…

    Hay una posibilidad. Aunque no puedo regresar a clases, me
siento un poco aliviado. El meñique me punza y lo siento caliente.
Maldito pellejo. Aunque sigo sudando y ahora estoy preocupado
por el pleito que se acerca, al menos sé que mi padre se puso de mi
lado. Hasta cierto punto somos cómplices. Quizás él cree, casi tan-
to como yo, que todo es una exageración. Por primera vez en mu-
cho tiempo comienzo a sentirlo cercano.

    Caminamos por la calle en silencio. Veo la furia en la cara de mi
madre. Mi padre enciende el motor y el coche avanza. No dicen una
sola palabra. Pasamos por el cruce difícil y puedo ver a la paloma muer-
ta a unos cuantos centímetros de nuestro auto. El ala sigue extendida.

    Diez minutos después llegamos a casa. Mamá se desabrocha el
cinturón de seguridad y en seguida dice:

    –Bájate.
    Obedezco y subo rápido las escaleras hasta nuestro departa-
mento. Ellos se quedan abajo, quizá planeando lo que harán con-
migo. Abro la puerta con mis llaves y voy directo al cuarto que
comparto con Olivia. Faltan sólo dos horas para que se acabe el
día de escuela. Me urge mandarle un mensaje a Víctor:
    Wey esconde la botella.
    Me suspendieron.
    Haz que todos mastiquen chicles o coman algo para que no
nos cachen.
    Te llamo en la noche.

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