Page 27 - Antologia_2017
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ISRAEL TERRÓN HOLTZEIMER

    –Juan Joel, no digas eso, yo...
    –Gabriela, el amor no es así, la vida no es una película en blan-
co y negro, ni las páginas de un libro. Sólo soy un profesor de lite-
ratura frustrado y alcohólico, yo... yo no sé cómo pedirte disculpas
por comenzar esto y, sobre todo, por no detenerlo –el sonido de su
voz se fue desvaneciendo.
    Se quedaron un tiempo en silencio. El caballero ni siquiera re-
paró en la habitación que lucía en blanco y negro y resplandecía
diferente al resto del hotel, como si viniera de otra época.
    –Amor –Gabriela rompió el silencio–, yo nunca te he pedido
nada...
    –Quiero ser enorme –la interrumpió–, quiero ser inteligente,
quiero darte la respuesta más romántica del mundo.
    –Yo nunca...
    –Tú no mereces que nadie te haga daño –terminó casi como
súplica. –Tú eres tan tierna conmigo... eres tan tierna con todos.
    La hoja desdoblada cayó lentamente a la alfombra. El caballe-
ro metió las manos en su gabardina y dio la media vuelta. Sus pa-
sos alejándose por el pasillo fue lo último que escuchó de él jamás.
Y ella, con toda la elegancia de una diva bañada en fragancias
francesas, se acercó con cadencia y se inclinó para levantar el pa-
pel del suelo. Prendió la lámpara que estaba junto a la cama y co-
menzó a leer la carta. Conforme las oraciones se precipitaron en
sus ojos se derrumbó como una artista del melodrama.
    Línea tras línea le contó su infancia, la terrible relación con su
padre, el arquitecto que no lo reconocía por estudiar filosofía. Le
escribió sobre su adicción al alcohol, que ya era insostenible, y
que pensaba buscar ayuda; sobre las pesadillas que lo inundaban
por la madrugada, sobre cómo su vida se tornó en una terrible mo-
notonía y sentía ahogarse, que flotaba en busca de una válvula de
escape oxidada e imposible de girar. Y entonces despertaba baña-
do en sudor y necesitaba beber más. Que terminaba toda relación
con ella para salvarla y no arrastrarla a ese torbellino de tristeza e
impotencia.
    Fueron las palabras más baratas que pudo leer del puño de un
hombre que amaba tanto. Sintió un fuerte dolor en el pecho y con
la almohada apagó sus gritos ensordecedores. No quería que nadie

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