Page 23 - Antologia_2017
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ISRAEL TERRÓN HOLTZEIMER
Molly Bloom, y todos se rieron sin entender el ejercicio que trataba
de explicar hablando desde el inconsciente.
Fue su escape, llevaba dos años siendo su escape, y se ponía
triste de pensar que los mejores días ya habían pasado. Se estaban
alejando como mariposas desorientadas por los polos magnéticos.
Ella siempre creyó que los años superiores estaban por venir, sin
embargo, sus vidas se separaban estrepitosamente y parecía no ha-
ber fuerza alguna que lo devolviera a sus brazos, para aprisionarlo
contra su pecho, para que durmiera como niño. Sintió una lágrima
recorrer su mejilla. No cualquier lágrima, una lágrima generosa,
que dejaba cauces de hielo en su piel tersa. Algo más se escuchó
que la falla de luz del letrero de gas neón del viejo letrero del hotel.
Era una gota que escurría por el tejado roto. Las nieve no alcanza-
ba a acumularse y se convertía en agua estancada que se filtraba por
el techo. Se dio la vuelta en la cama y abrazó sus piernas. De algu-
na form a quería que el tiempo pasara y darse cuenta que él jamás
iría. Se excusaría con cualquier argumento estúpido como siempre.
Esa vez que dijo que estaba en casa de su mamá y no quería dejar-
la sola, o cuando dijo que habían llegado sus sobrinos por sorpres a
y tuvo que llevarlos al cine; siempre que el carro no le arrancaba,
cuando la inspiración lo tocaba y no quería dejar de escribir, o cuan-
do decía que estaba desvelado por el trabajo o que era la temporada
de entrega de calificaciones.
Se preguntaba cuántas cosas había hecho por ella. Una vez le
prestó El Aleph de Borges y quisquillosamente se lo reclamó de
vuelta. Nunca se acordaba de su cumpleaños o siquiera de com-
prarle algo mientras que ella se desvivía por ser detallista. No que-
ría pensar en lo frío que era, en su mirada apagada cuando la veía
acostada a su lado y parecía ver a un fantasma. Era pensar que la
evitaba incluso en los momentos más íntimos.
Trató de no llorar más. Quiso dejar de pensar y prendió el tele-
visor. Las noticias alertaban de la tormenta de nieve que se apro-
ximaba a la frontera. Sería la peor en treinta años, y pedían tomar
precauciones y no salir de casa de no ser necesario. Gabriela pensó
que tal vez no era tan buena idea aferrarse a un último encuentro.
Debería estar en su cama disfrutando del frío con una enorme taza
de chocolate y leyendo el último libro de Milan Kundera.
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