Page 34 - Antologia_2017
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CUENTO

cómo hacer que aquel momento se pareciera más a estar recosta-
dos en la playa mirando el horizonte. Nada, no pondría nada, de-
jaría que todo se perdiera en el vacío. Yo tampoco pondría nada,
ni a nadie, nos dejaría a nosotros solos, como parecía ser aquella
noche, sentados, de pie, mirándonos de frente, acercándonos, bus-
cando excusas para tener contacto físico, la conversación que se
vuelve cada vez más íntima, los secretos familiares, los fantasmas,
los fracasos. Tienes ojos tristes, le digo ¿Te lo habían dicho antes?
¿Cómo son esos ojos? me habían dicho que los tenía de sueño.
Sonrío, sonríe, nos miramos un momento y regresamos la vista al
casino, al río de gente que corre por debajo, a las palmeras meci-
das por el viento; cierro mis párpados y evito verla, quiero evocar
los ojos sin mirar los suyos. Los imagino claros, sé que ella me
mira, y con un brillo especial, como si tuvieran una lágrima atra-
pada, el párpado superior un poco caído. Abro los ojos, la miro,
sonreímos. Son lindos ojos. Gracias, los tuyos también son lindos.
Mis ojos parecen inocentes, tienen ese brillo infantil pese a ser
negros y oscuros. Son una trampa.

    El camino de regreso será más complicado de recordar. La cer-
veza de varios días se acumula en mi cuerpo, en mi sangre, ahora
basta sólo un poco, algunos tragos, para que mi memoria no pueda
registrar por completo los eventos. Me valgo de fotografías, de no-
tas, para intentar reconstruir todo al día siguiente, pero al final siem-
pre termino con lagunas, agujeros, fantasmas. Salimos del bar y nos
dirigimos al lugar donde vendían comida frita de Michoacán que
ella rechazó. Después la calle de siempre, la del conservatorio, la
de los sueños abandonados en la adolescencia, el aroma a cantera
y libros viejos. Cualquier otra cosa de comer, burros de hielera, la
comida que aprendí a amar cuando salí de la ciudad. Luego la con-
fusión, los recuerdos difusos, el camino es largo, el auto frente a
un castillo que nadie cree posible exista en la ciudad, las calles
oscuras, serpenteo la ruta hacia su casa que no puedo recordar,
pero que recorro con toda la seguridad que da la falta de concien-
cia. Ahí los recuerdos vuelven, se alargan. Puedes entrar por esa
calle, es dirección contraria pero ahorras camino. Prefiero el ca-
mino largo, prefiero alargar el momento, retrasar la promesa con la
que inicié la noche. Me estaciono y le pido que no se vaya, debo

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