Page 37 - Antologia_2017
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DANIEL MOSQUEDA

las ideas que han dado vueltas en mi mente mientras espero. Dice
sentirse mal físicamente y me detengo en la palabra, físicamente.
No me importa lo que tenga que decir, todo es predecible. Yo tam-
bién me siento mal, químicamente pienso. Las moléculas que se
niegan a permanecer en la camisa, los neurotransmisores que no
forman los puentes adecuados para generar el recuerdo, el aroma,
el sabor, el cuerpo del café, el sistema límbico, la dopamina y la
serotonina tan de moda para hablar sobre amor o depresión, sobre
amor y depresión. Intento no decir nada. Jamás sé reconocer lo
que siente alguien por mí, alguien importante para mí. La taza de
café que se enfría, el sabor cada vez más amargo, el asiento, la
película oleosa que lo cubre, no importará más con qué ni cómo se
fue preparado en unos minutos. No importará más lo que haya pa-
sado, la pasión con la que has amado a alguien cuando no perma-
neces en su memoria, cuando tu recuerdo de esa persona es un
boceto en carboncillo expuesto diariamente al sol, cuando el aro-
ma se contamina con todos los volátiles en el ambiente, cuando al
visitar una y otra vez el mismo lugar vas grabando recuerdos sobre
el recuerdo, cuando las personas se entierran bajo otras personas.
Con el tiempo suficiente cualquier café tiene el mismo sabor.

Cinco

El día de hoy he decidido sentarme en la mesa de la terraza y repa-
sar los cafés. Tras eso escribo sin tener mucho que decir. Miro mi
letra y pienso, no lo suficientemente bella. Ella dijo ser obsesiva
con la letra, una de esas frases que se quedan en tu mente porque
sabes que es en lo que fallas lo que busca la otra persona. Mi letra
es mala, así que pregunté a qué se refería con eso. Le gusta la le­tra de
mujer, la letra ordenada, simétrica, limpia, redonda, de buen tama-
ño, que respeta márgenes. En su defecto, la cursiva le parece inte-
resante. Me faltan un par de letras mayúsculas por aprender, la
“H”, la “I”, la “Q”, y todas por perfeccionar. Al terminar la página
escrita con tinta negra difícilmente puedo recordar o leer lo que
escribo, pero luce interesante. Las ondas de la escritura parecen
formar un electrocardiograma de mis sensaciones, de mis dudas,

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