Page 173 - Antologia FONCA 2017_sp
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NOVELA

    Veo a la patrulla y por un instante coquetea conmigo la idea
de buscar una declaración. Recuerdo al chico y sigo de largo, de-
finitivamente no es una de esas noches en las que uno quiera ga-
narse un problema.

    Tiro de la puerta del coche con fuerza hasta abrirla. Hoy se ha
quejado más que la esposa de un borracho que llega de madruga-
da. Me coloco el equipo de radio para rastrear la señal de emer-
gencia de la policía. Nada. La ciudad está en paz.

    Ni el sonido del motor del sedán que se multiplica en las ex-
plosiones del escape, ni la gran nube de humo despiertan a los
oficiales: uno simplemente se hace un ovillo y el otro se baja la
gorra para que la luz que les aviento no les moleste.

    Avanzo por una avenida mal iluminada. Me detengo en una
tienda de autoservicio donde escucho la lenta agonía de mi rocín
ahogándose en un ataque de tos que termina en una estridente ex-
plosión del escape que me obliga a bajar a ver si no se ha despren-
dido de la carrocería.

    Necesito tabaco para aclarar las ideas y darme un respiro.
Tomo un six de cerveza para enjuagar el mal sabor de boca. Me
siento en la mesa de la tienda mientras veo las salchichas para
hot-dogs dando vueltas infinitas. Tienen buena pinta, a pesar de
que probablemente lleven toda la tarde girando en las perillas
de calentado; seguro son mejor opción que el alcohol. Abro una
bolsa de cacahuates. Al encargado no le importa que beba ahí,
con tal de que lo deje seguir viendo la revista porno que se ocupa
en disimular debajo del aparador.

    La cerveza no aplaca la sensación de pesadez que guardo en el
estómago. Termino el trago y lanzo la lata al contenedor de basu-
ra. Tomo un billete y lo dejo en la caja solitaria; mientras que el
cajero se ocupa de sí mismo en un rincón apenas disimulado por
un estante de galletas. Prefiero no esperar el cambio y abonárselo
como propina.

    Vuelvo al auricular de las emergencias. Afuera de la tienda
prendo otro cigarro, abro una segunda lata y me coloco en el co-
che. Giro la llave para poner la marcha pero el motor prefiere aho-
garse en un zumbido. Lo intento una segunda y una tercera vez,
pero no hay mejor suerte. Ha cumplido con su pronunciada ame-

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