Page 177 - Antologia FONCA 2017_sp
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NOVELA
–No lo sé, cualquiera: el asesino del puente, un amante despe-
chado, su chulo.
–Eso del asesino son puros cuentos, nadie se para a tirar muer-
tos a la orilla del puente cuando puedes tirarlos al río.
–Yo las he visto, carne para los buitres.
Rompe el silencio con sus tacones. Se mueve incierta y me ba-
rre de pies a cabeza.
–Pásate mañana y te cuento. Ahora déjame trabajar que me
espantas a clientes –me dice, mientras una lágrima le corre por la
mejilla.
En la calle no hay ni un alma. Me guardo las fotografías y la
dejo sola con sus fantasmas.
***
Por las tardes la Magda cambia de esquina. Después de dormir
toda la mañana se va al mercado y encontrarla no es cosa fácil.
En el hotel Humberto tiene un trato y baja la tarifa durante el
día, ahí es donde me dijeron que la encontraría.
La veo desde la iglesia. Las puertas están abiertas. Enciendo
un cigarro mientras un vendedor de plátanos insiste en vender-
me dos kilos por cinco pesos. Le lanzo una moneda a cambio de
que no me siga molestando. Está sola. Es un buen momento para
hablar, así que cruzo la calle. La tomo de un brazo y sonrien-
do le hago una señal con la cabeza para que camine a mi lado. Ella
no se opone y agarra la bolsa con los plátanos.
–Cuando lo conocí era un día como este –empieza, sin esperar
a que le pregunte–; hacía mucho calor. Estaba llorando en la es-
quina de la iglesia de la Piedad. Aquí es normal ver gente llorando
por cualquier cosa, así que no le di importancia. Dos horas des-
pués el chamaco seguía en el mismo lugar. Me acerqué a ver si
estaba bien. Ahí estaba, llorando quedito. Era finito, con ojos bo-
nitos, medio rasgados, tenía madera. Le pregunté que si tenía
hambre y me dijo que sí. Me lo llevé a las cocinas del mercado y se
despachó un mondongo grande. Me contó su historia, que estaba
solo, que había llegado de Tapachula huyendo de su mamá porque
le pegaba cada vez que lo encontraba saliendo con los estibadores.
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