Page 179 - Antologia FONCA 2017_sp
P. 179

NOVELA

–dice mientras sobre el buró extiende una línea de coca que inha-
la deprisa–. Así es como se metió en esto. Nos ofreció el jale
a todas, pero sólo Eva le hizo el entre. Se volvieron socias y pron-
to me mandó a la chingada para irse con ella. Las veíamos subirse
a unos carrazos y no volver hasta varios días después. Para ese
entonces ya no necesitábamos ser amigas, nos veíamos a veces y
me regalaba una rayita para pasar tranquila el día, pero nada más.

    Noto que su manera de hablar comienza a acelerarse, se toca
la nariz compulsivamente y arroja las zapatillas hacia la puerta de
baño. Empieza a reír descontroladamente de su mala puntería.
Trato de sonreír. Se pone de pie y me toma de un brazo.

    –Ésta no te la voy a cobrar –dice mientras se encarama sobre
mí–, porque es de cortesía, para que se te quite lo puto.

    –Pero primero termina de contarme la historia –le digo po-
niéndola a un lado en la cama.

    –¿Por qué siempre es lo mismo contigo? –se incorpora y en-
ciende uno de los cigarros que saca de mi bolsa de la camisa–. Un
día llegó golpeada. Me dijo llorando que tenía miedo, pero que ya
no podía hacer nada porque estaba metida hasta el cuello. Decía
que me extrañaba y a las chicas. Su patrón la tenía bien agarrada.
Me dijo que Eva se había robado unas bolsas y le habían echado
la culpa. La sinvergüenza la dejó sola. Tuvo que pagar de sus aho-
rros y recibió una buena tunda a cambio de seguir con vida. Por
eso se perdió mucho rato, pero decía que ya había aprendido.
Ahora vendía el doble. Se conectó con gente pesada, te sorpren-
dería saber cuántos buscaban sus servicios. Y un día, simplemen-
te desapareció. Pensamos que había muerto.

    Dejó caer la colilla al piso y volvió a tratar de quitarme la ca-
misa con su risa de coyote.

    –¿Y qué más?
    –Aunque sea ayúdame un poquito con el cinturón.
    –Quedamos en que ibas a decirme todo lo que sabías primero.
    –Pues ya lo hice. La última vez que la vi estaba muy cambia-
da. No vestía como le gustaba, llevaba el pelo untado con gel,
tanto que le brillaba, y unos lentes oscuros, aunque era de noche.
Iba en un coche de lujo, bajó la ventana y me sonrió. Yo me acer-
qué pensando en que era un cliente, por poco y no la reconozco.

180
   174   175   176   177   178   179   180   181   182   183   184