Page 47 - Antologia FONCA 2017_sp
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CUENTO

    Tras dos o tres días –¿quién puede contar el tiempo ahora?–,
cuando por fin te has decidido a pintarme, comienzas por los
pies: descalzos, deleitándote en la finura de los dedos. Uno a uno,
al parejo izquierdo y derecho, con tus dos manos. No te atreves a
desviar la vista del lienzo, mucho menos a dirigirla hacia la
cama; apenas si parpadeas; respiras. Al subir por las corvas, las
espinillas, y llegar a las rodillas, poniendo cada vello en su pre-
ciso lugar, perfilas ya los muslos y se insinúa la entrepierna;
entonc­ es, como traición inconsciente a ti misma, no puedes re-
primirte más –el tic ya palpita con furor inusitado– y miras di-
rectamente al lecho.

    Una decepción inconmensurable desuela tus ojos, se anegan
en demasía, al tiempo que el impulso por despedazar el cuadro
irrumpe quemante desde bien adentro de ti. Sin embargo, quizá
debido a mis rostros que te miran multiplicados en los muros,
esos dibujos que tan celosamente guardabas una vez concluidos,
ahora reproducidos y acabados en el lienzo, te abstienes de llevar
a cabo el estropicio de tu opus magnum en proceso: una fotogra-
fía al óleo de cuanto hay delante tuyo. Además de un par de pier-
nas desnudas y dispuestas de manera fantasmal a lo largo del
generosamente amplio colchón, sobre el cual vienes a recostar tu
desasosegado cuerpo, a hundir en la mullida almohada tu deplo-
rado rostro. Permaneces así un buen rato, hasta casi ahogarte en
la congoja y su desazón; hasta que de repente, en un brusco mo­
vimiento dado gracias a tu instinto de supervivencia, viras en
pos de una bocanada de aire y entonces lo sientes: el irrefutable
roce de tu pantorrilla perfectamente depilada, contra otra percep-
tiblemente velluda.

    Asombro, regocijo, excitación, incertidumbre y un cúmulo
de emociones desacompasadas te urgen a palpar con celoso de-
tenimiento el prodigio invisible. Tocas con la yema de tus dedos
los de la punta de mis pies, rematados en uñas con imperfeccio-
nes y peculiaridades exactas a las que contorneaste a medio me-
tro de la cama. Es como leer en braille. A mí. Quien estaba en tu
cabeza. Pero, ¿por qué no te son visibles las extremidades? La
pintura es un arte plenamente visual –te arguyo–; no obstante,
si se aspira a pintar en la realidad otra realidad que no le es

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