Page 45 - Antologia FONCA 2017_sp
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CUENTO
cos rasgos, como una fotografía hecha a mano de alguien en las
situaciones más peregrinas: lo mismo en el fondo del mar, rodea-
do de peces y corales, que recortado contra el cielo entre nubes y
estrellas, o sentado a mitad de un bosque tupido, o de pie sobre
un risco nevado, o en una calle citadina, desierta y desconocida
para una Raquel extraña hasta para sí; tan poco familiar como él
mismo, pero invariablemente era ese rostro, vez con vez más níti-
do y definido, y lo aún más asombroso era que, pese a no usar
colores, los detalles eran tan exactos, que sin lugar a dudas el fon-
do donde situaba a su modelo era el paisaje que ella, acaso sin
proponérselo, quería plasmar; hasta aquel ocaso en que realizó el
boceto donde lo dibujó justo frente a ella, recostado a un metro,
como si lo estuviera viendo.
Y viste entonces, en efecto, como si el lecho perfectamente
extendido perdiera lisura bajo el peso de ese alguien que le dibu-
jabas encima. Y no te sorprendió demasiado percatarte de que ese
rostro tan soñado y trazado por ti, comenzaba a materializarse
tenuemente justo donde y como lo disponía tu capricho narco
tizado. Sin embargo, no fuiste tan cándida como para soltar el
carboncillo y estirar la mano en pos de la faz: seguiste contor-
neándola con meticuloso escrúpulo y dejaste vagar tus ojos a tra-
vés de las volutas de opio hacia mi efigie encarnada a medio
aparecer; que cobraba consistencia, al contrario del humo que se
disgregaba en su danza con el aire.
Sin embargo, el tan anhelado semblante se ofrecía ante ti opa-
co, marchito, sin vida. Quizás el pastel… –pensaste–. Y una Ra-
quel de párpados y voz desmayada me inquirió entonces, muy
suave, si acaso era su padre jamás conocido, o el amor nunca ha-
llado de su vida, o su nonato cerebral, o el demonio en persona, o
quién diantres. Y yo aún ahora estoy queriendo responderte, pero
sólo una risa nerviosa y quebradiza, idéntica a la tuya, brota de
mis labios.
Esa noche no abandonó el compartimento; permaneció como
parapetada tras el bloc hasta ya bien entrado el día, aunque sin
atreverse a pegar los párpados ni a darle otro retoque a su obra; a
mí. Tras vivir como ausente toda esa jornada –apenas alimentaba
su de por sí frugal apetito; el insomnio le devastó la lucidez–,
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