Page 54 - Antologia FONCA 2017_sp
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ALDO ROSALES VELÁZQUEZ
problema y me cede el paso. Entramos. El lugar está vacío. De
alguna forma los ruidos de la ciudad no alcanzan a entrar al esta-
blecimiento, que parece estar en sombras por el cambio repenti-
no de luz. Nos sentamos en la mesa más cercana a la entrada y
una mujer se nos acerca. “Cerveza, en michelada”, se adelanta
Carrera, y luego se frota las manos contra el pantalón.
Después de unos minutos, la mesera se acerca, deja los tarros
escarchados sobre la mesa y pasa un trapo húmedo. Guadalupe
toma el suyo y da un trago largo. En los labios le queda un resto
de sal que se limpia con la lengua, que va y viene sobre los labios
morados y el bigote.
–Me gustan estas madres –hace una pausa para dar un segun-
do trago y vuelve a limpiarse con la lengua–: me gustan.
Levanta su tarro en señal de brindis.
Son las tres de la tarde. El ventilador del techo suena porque
está desnivelado. En la cocina se escucha una carcajada, luego un
plato romperse.
–Me hacen acordarme de cuando salía a correr a la playa. ¿Ha
corrido alguna vez en la arena? ¡Puta, qué más quieres que eso!
Toda la condición física que quieras la agarras ahí. En monte
también; sí, pero no es lo mismo.
Guadalupe Carrera aprieta los labios, hace un puchero y deja
escapar un “ah” de satisfacción. Toma un puño de cacahuates y
los mastica con la boca abierta.
–Antes de empezar a correr me lamía los labios –comenta, y
se los lame– y cuando acababa, ¿qué será?, como una media hora,
tres cuartos de hora después, me los volvía a lamer: toda la sal de
la brisa ahí estaba. Yo creo por eso me gustan estas cosas. Me ha-
cen acordarme de eso.
Le respondo que, efectivamente, la sal es tan rica que puede
llegar a volverse una adicción.
–Todo se hace vicio –corrige.
Le pregunto si ese todo, en verdad, se refiere a… todo.
–Todo –afirma.
Aprieta el gesto, como si acabara de decir algo tan valioso que
le duele haberlo soltado.
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