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ALDO ROSALES VELÁZQUEZ

    –Era bueno –dice, para luego llevarse un palillo a los dien-
tes–, pegaba duro y cuando lo buscabas ya no estaba. Sabía salir
por ángulos, cortaba bien el ring. Claro que era bueno. Pero nada
que no hubiéramos visto ya.

    Habla en plural, como la mayoría de los boxeadores latinos
con los que he hablado. ¿Quién es el otro?, siempre me he pregun-
tado, ¿quién es ése del que hablan? ¿Dios?, ¿su padre, que los
mira desde el cielo o desde la casa o la cantina? Aunque en este
caso estoy seguro que habla de Cornelio Asunción, su mánager y
entrenador, quien también purgó condena –en su caso fueron sólo
cinco años– por lo ocurrido aquella noche. Desapareció luego de
salir libre, y nadie se ha molestado en buscarlo.

    Antes de que piense en decir algo, me aventuro y pregunto,
con tono firme, casi marcial, ¿de quién fue la idea?

    –¿De quién fue la idea? –me repite, como para ganar tiempo.
    Se queda callado, no sabe qué decir. Entrevistar a alguien, a
veces, puede ser como boxear: tienes que hacer lo que el otro no
se espera que hagas, ir para donde él no se lo espere, llevarlo con-
tra las sogas, apretar, no desistir, hasta que lo tengas justo donde
lo quieres, y escuches lo que necesitas.
    –Mire –se chupa los dientes y cruza los dedos sobre el vientre,
como hacía Asunción en las conferencias de prensa–, sabíamos
que era un rival duro, joven, y que si no peleaba por el título en
aquella ocasión lo iba a hacer en otra. ¿Tenía qué, veintiuno, vein-
tidós años?
    Le digo que tenía veintidós años.
    –Veintidós, fíjese –parece dolerle ese número, esa edad–.
¡Veintidós años! Esa derrota le iba a quitar el invicto, y un par de
años, nada más. Yo estaba viejo, ya iba de salida. Asunción dijo
las cosas así como quien no quiere, como quien platica, y al prin-
cipio no le creí. Pero luego vi que iba en serio, y ya no pensé más
que en la oportunidad de pelear yo por el título, luego una defen-
sa o dos y retirarme.
    –¿O sea que fue idea de tu mánager? –le pregunto de repente,
como quien no alcanza a comprender lo más sencillo, lo más ele-
mental.
    –Pues sí, fue idea de él.

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