Page 65 - Antologia FONCA 2017_sp
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CUENTO
noche, entre el round seis y siete. “Es muy duro, más de lo que
creía”, se escucha resoplar a Robert, mientras un hilillo de san-
gre baja de su boca y muere en sus guantes. “No, no, no quiero
que pares la pelea, ni siquiera lo digas”, grita al aire, porque ya
no puede ver bien, y todavía no sabe que es porque ambas re
tinas están a punto de desprenderse.
Camino hacia el mingitorio y apago la grabadora. Recargo las
manos al frente, en la pared: de repente siento como si estuviera
ebrio, o como si hubiera sido yo el que recibió esos golpes. Las
cosas me dan vueltas.
Al salir, veo la mesa vacía. En el negocio no hay nadie, sólo el
sol muerde las patas de algunas mesas y afuera no se ve nada, sal-
vo la luz.
–Disculpe, señorita –llamo a la mesera–, ¿no vio al hombre
que estaba aquí conmigo?
–Se salió –contesta, mientras comienza a limpiar la mesa, sin
preguntar –, pero usted va a pagar lo de los dos, ¿verdad?
No respondo, sólo saco un par de billetes de la cartera y los
dejo al lado del salero. Salgo, la luz me ciega por un momento.
Pienso en cómo veía las cosas Robert Cassidy aquella vez, tal vez
así: siluetas, figuras borrosas o desdibujadas. No se ve a Guadalu-
pe Carrera por ninguna parte: la ciudad parece habérselo tragado,
y no lo va a regresar.
–Gracias por la comida.
La voz de Carrera me llega de pronto; estuvo junto a mí y no
lo noté. Debe ser que en la cárcel aprendió a hacerse invisible, a
caber en cualquier lado: tal vez se metió tanto en sí mismo que se
hizo invisible a los demás.
–No se apure, a la siguiente invita usted.
–¿Habrá próxima? –pregunta, mientras se cubre el sol con la
mano y mira los autos en la avenida.
–¿Quiere la revancha? –le contesto en broma, pero de inme-
diato noto que estuvo fuera de lugar.
Voltea a verme las manos. Se asoma discretamente, buscando
la grabadora.
–Ya tengo lo que necesito, no se apure.
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