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ALDO ROSALES VELÁZQUEZ
Se me queda mirando, como si esperara algún gesto de acuer-
do o aprobación. No contesto. En mi mente están las imágenes de
Cassidy después del combate. Una masa tumefacta donde se supo-
ne que debían estar los ojos: como si alguien le hubiera colocado
un antifaz de carne. He visto atropellados que no se ven así. He
visto muchas cosas, muchas; pero pocas como el rostro de Robert
Cassidy después de esa pelea, que fue también su última pelea.
–No se suponía que aguantara tanto, ¿ve? –sigue hablando
como si lo hiciera para él mismo, como si hiciera sombra con sus
palabras y la entonación–. ¿Quién se iba a imaginar eso?
Le hablo del récord de Cassidy previo a su encuentro. Cero
caídas: ninguna vez tocó la lona con los guantes. De sus dieci-
nueve victorias tan sólo una fue por decisión: se rompió la mano
derecha en aquel encuentro, y por ello no pudo finalizar; aunque
casi lo logra en dos ocasiones. La carrera de Cassidy, como él
mismo, fueron fenómenos aislados, cosas que no se ven dos ve-
ces en la vida.
–Sí, sí, sabíamos que era duro, pero no tanto. Muy duro para
su propio bien.
Sus palabras, de pronto, adquieren el tono de la burla, de la
ironía; aunque bien puede ser algo más, algo que no logro ver.
Las cosas siguen siendo poco claras respecto a aquella noche.
Es una pelea que, a pesar de estar grabada, y de haber sido trans-
mitida en vivo, poco se recuerda; porque en la mente de los
espectadores lo que hay cuando alguien dice “Cassidy vs. Carre-
ra”, es todo lo que vino después: los reportes en las noticias, los
análisis de los expertos, las semblanzas de ambos, las declaracio-
nes de la comisión atlética del estado, las palabras de Alan J. Cas-
sidy, el repudio de algunos boxeadores, el silencio de otros, el
juicio. El funeral.
–Mire –prosigue luego de meter mano, con bastante expe-
riencia, a su pescado–, me quedé pensando todos estos siete
años: siete años llevo recordando esa pelea. ¿Qué más puedes
hacer estando encerrado? Allá adentro no se olvida nada, no se
puede; no te dejan. Sales a caminar al patio, un poco, sales a ha-
cer ejercicio, pero cuando vuelves a tu celda ahí están las cosas,
esperándote.
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