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ALFREDO NÚÑEZ LANZ

    –En los ciclos metabólicos, las células reciben y emiten molé-
culas. Estas señales se llaman “señales de supervivencia”, cuando
el medio no es apto para la célula, se ejecuta un programa de sui-
cidio celular llamado “apoptosis”. Apunten: a-pop-to-sis. Este
programa produce la muerte de la célula de manera controlada. La
apoptosis es un fenómeno biológico fundamental, permanente, di-
námico e interactivo.

    Creo que todas mis células se quieren suicidar a la cuenta de
tres. El profesor no se calla y ya nadie lo interrumpe. El aire se
siente pesado, a esta hora, como dice la de Matemáticas, el salón
huele a las hormonas de todos.

    –¡Profesor! ¿Puedo abrir la ventana? –interrumpo.
    –¿Para qué? –hace la mueca enojada de siempre: apretando los
labios.
    –Para que se oreen nuestras células –le respondo.
    Todos ríen brevemente. El maestro accede y voy a la ventana
para abrirla y que corra el oxígeno, que entre algo de afuera. El aire
vendrá infectado de bacterias, pero ni modo, al menos trae algo de
allá donde los coches circulan y la gente anda, trabaja y habla por
teléfono. Con las ventanas abiertas me imagino caminando sin
pensar, sin oír a un biólogo repitiendo sus viejos apuntes. ¿Qué
clase de pájaro sería este señor de no haber nacido humano? Un pin-
güino, claro, pero uno necio.
    Víctor me presta sus audífonos, está escuchando “Boys don’t
cry”, una de las rolas favoritas de Reinaldo. Él es mi vecino en
casa y me lleva unos tres años. Mis papás se quejan de él todo el
tiempo, porque siempre oímos su música a todo volumen. Te pare-
ces a ese vago, me dicen. Yo hago como que me molesta, pero en
el fondo me agrada. Me enorgullece saber de música más que nin-
guno de mis compañeros, hablar de grupos viejitos, clásicos de los
que nadie habla, y llegar a la escuela con noticias sobre álbumes,
conciertos y canciones. Me respetan por eso –y nada más por eso–,
pues no sé pegarle a la pera de espiro, ni atrapar con las manos un
balón, ni mucho menos dominarlo con los pies. La música me ha
salvado de pertenecer al grupo de los rechazados, aunque tampoco
me da mucha popularidad. Pero sé que todo viene del departamen-
to de al lado.

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